Ayer el Madrid estuvo a punto de que el Deportivo Alavés le empatara un partido que iba ganando por tres goles a cero en el minuto 48. Tantos conseguidos por Lucas Vázquez, Mbappé y Rodrygo Göes. Carlo Ancelotti, cuando el partido estaba dando las boqueadas, decidió satisfacer al público que pedía insistentemente la presencia en el campo de Vallejo. Jugador muy querido por un sector del madridismo. Debido a que el futbolista aragonés cayó siempre bien en el Bernabéu. Corría el minuto 80 y todo cambió en un suspiro; es decir, el bloque se desinfló y la defensa empezó a hacer agua. Lo que aprovecharon los alaveses para marcar dos goles en un santiamén. Por medio de Protomi y de Kike García.
Ni que decir tiene que el pánico cundió en las gradas. Máxime cuando el equipo entrenado por Luis García Plaza se hizo dueño del centro del campo y los futbolistas del Madrid, con los nervios desquiciados, ya no daban pie con bola. De haber llegado el empate de los visitantes, no tengo la menor duda de que el técnico italiano habría tenido que soportar críticas negativas a su absurdo proceder. Merecidas a todas luces. Debido a que los cambios eran contraproducentes por razones obvias en esta ocasión. Y sobre todo la inclusión de Vallejo a petición de un sector del Estadio.
Del partido cabe decir, una vez más, que Vinicius Juniór es el mejor jugador que hay actualmente en La Liga. Y también que el brasileño debe acostumbrarse, de una vez por todas, a saber que los árbitros españoles, salvo rara excepción, sienten aversión hacia él. El trencilla de ayer, Alejandro Muñiz Ruiz, gallego él, dio pruebas evidentes de ser uno de ellos. Inquina que aumentaría si escuchó atentamente las declaraciones hechas -fechas atrás- por Paco Roig; máximo dirigente del Valencia en la década de los 90, acerca del jugador del Madrid.
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