El equipo donostiarra fue mejor durante gran parte del encuentro. Debido a que su rival no dio la talla que le corresponde por su categoría. El equipo dirigido por Imanol, buen técnico y además siempre moderado en sus declaraciones, estrelló tres balones en los palos que llevaban marchamo de gol. Que hubieran dicho los cronistas de otra época. O con "aroma de gol" que solía decir Germán Burgos, segundo entrenador del Atlético. El caso es que el Real Madrid con el mínimo esfuerzo obtuvo una victoria que vale su peso en oro.
El equipo dirigido por Ancelotti tiene la manía de no responder a la presión que recibe por parte de sus adversarios como mandan los cánones. Es decir, adelantando líneas y esperando que su portero ponga el balón cerca del área contraria a fin de evitar el agobio de sus rivales y, de paso, aprovechar las segundas jugadas motivadas por los rechaces defensivos de sus contrarios. Pero tengo la impresión de que al técnico italiano le desagrada esa acción. E insiste en que su portero y defensas realicen una especie de 'pachanga' para salir jugando con el balón desde atrás por sistema.
Ni que decir tiene que los jugadores pertenecientes al conjunto guipuzcoano hicieron todo lo posible para aprovecharse de esa forma de proceder del Madrid. Hasta el punto de que dispusieron de ocasiones muy claras para adelantarse en el marcador. Pero las desperdiciaron. Algo que no suele hacer el Madrid. Si bien en esta ocasión fueron debidas a penaltis transformados en goles por Vinicius y Mbappé en los minutos 58 y 75. A propósito, parece mentira que haya periodistas que sigan insistiendo en opinar sobre Vinicius con esa mala baba que no cesa de aumentar la fobia existente contra la estrella brasileña. ¡Uf!
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