Ganar un torneo lejos de España en el cual participa el equipo blanco es un chute de entusiasmo y confianza para la jugadores azulgrana. Siempre ha sido así. Y además les permite vivir de esa renta futbolística durante toda la temporada. El Madrid, en cambio, tanto si pierde como si gana, se toma el asunto como si tal cosa; porque está seguro de ganar La Liga y asimismo la Champions League o la Copa del Rey.
En el encuentro celebrado en Nueva York, El Fútbol Club Barcelona luchó lo indecible para hacerse con la victoria ante su más encarnizado rival. El cual acudió a la cita con bajas de muchísimos quilates. Verbigracia: Bellingham, Valverde, Tchouameni, Mabppe, Camavinga... Y, por si fuera poco, Vinicius Juniór se pasó gran parte del partido sentado en el banquillo. A propósito, la entrada del brasileño en el terreno de juego se notó ostensiblemente.
El Madrid, conviene decirlo cuanto antes, flaqueó defensivamente. Es intolerable que sus centrales, curtidos en mil batallas, dieran tantas facilidades en el juego aéreo. Tampoco sus laterales cumplieron con sus obligaciones y qué decir de la actuación de Ceballos; el utrerano sigue sin aprovechar las oportunidades que le concede Carlo Ancelotti. Debido a que sigue empeñado en hacer conducciones interminables con el balón que a nada conducen.
En medio de ese caos futbolístico, no es extraño que se encuentren a disgusto los jóvenes recién llegados al equipo. Ejemplos: Endrick, Nico Paz, Arda Güler, etcetera. Tampoco se utilizan los pases al espacio libre para que Vinicius Juniór aproveche su velocidad para desquiciar el sistema defensivo de los rivales. En suma, partido mediocre del Real Madrid que desaprovechó la oportunidad de ganarle a un Barcelona que todavía no ha cogido la onda.
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