Frase inmortalizada por el equipo merengue y que le ha permitido ser el club más laureado de Europa y más admirado del mundo. Tampoco es menos cierto que la envidia, el primero de los males españoles, hace posible que el número de antimadridistas sea cada vez mayor. Malestar que hace mella incluso en la salud. Al grano: El Manchester City es el club más rico del mundo y cuenta con una plantilla repleta de grandes jugadores, dirigidos además por Pep Guardiola: considerado como el técnico más inteligente de cuantos hay en los banquillos.
A pesar de lo reseñado en el primer párrafo, los futbolistas del Real Madrid sepresentaron en el Etihad, estadio en el cual hacía ya muchos años que no ganaba nadie un partido de Champions League, como si estuvieran en el Santiago Bernabéu; con ese aire de tranquilidad que les otorga la confianza en sus posibilidades y sobre todo convencidos de que la camiseta que lucen infunde desasosiego en sus rivales. Así que el City estuvo más de diez minutos sin poner en peligro la puerta defendida por Lunin. Sin embargo, Rodrygo batió en el minuto 12 a su compatriota Ederson Moraes.
A partir de ese momento, los ataques del City sirvieron para demostrar, una vez más, el impecable estado de forma en que se halla Lunin. El arquero croata, sin prisas pero sin pausas, ha ido adquiriendo esa tranquilidad que todo guardameta necesita y mucho más en un equipo donde la escasez de intervenciones obliga al arquero a estar siempre concentrado. Máxime si por el área merodean jugadores de la talla de Kevin de Bruyne, Foden, Halland, Bernardo Silva o Rodri: ese mediocentro con disparos fulminantes desde la media distancia.
En suma: tras una prórroga jugada con el temor de ambos equipos a cometer un desliz que les costara la eliminación, se llegó a la tanda de penaltis. Fue entonces cuando se agigantó Lunin. El ucraniano detuvo los lanzamientos de Kovacic y Bernardo Silva desde los once metros. También merece mención especial Rüdiger. Pues el zaguero alemán tuvo la responsabilidad de ejecutar el penalti que le daba la victoria a su equipo. Y lo hizo con serenidad suficiente para colocar el balón en el costado derecho de Ederson Moraes y muy pegado al poste. Así que ¡albricias en el madridismo!
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