No es la primera vez que trato acerca de un recibimiento preparado en toda regla para desestabilizar al jugador del Madrid cada vez que llega al Estadio Civitas Metropolitano. Una muchedumbre de gente confusa y desordenada lo espera para zaherirlo. Es decir, para tratar de humillarlo y mortificarlo de palabra. Una situación denigrante que se ha convertido en un espectáculo dirigido por individuos que permanecen entre bastidores. Ejemplo que han copiado ya en otros lares. Semejante comportamiento es nauseabundo y debería producir sonrojo entre los dirigentes rojiblanco.
Pedirle a Vinicius Juniór que asuma esa inquina desbocada contra su persona es como indicarle que algo habrá hecho mal y por tanto es merecedor de cuanto se le diga o se le haga... Semejante actitud contra una figura indiscutible de la Liga Santander me parece una ruindad que denigra la Competición y por ende a las personas que se suman a ese coro de vituperadores. Quien escribe decidió un día, de hace ya muchos años, no asistir a ningún campo de fútbol. Para no oír las barbaridades que se dicen. Desde entonces veo el deporte rey sentado frente al televisor en cómoda butaca de la sala de estar.
Sí, ya sé que el fútbol permite que haya innumerables personas que necesitan gritar denuestos a voz en cuello en los estadios para darles rienda suelta a las secuelas que almacenan por mor de sus problemas. Luego, sin embargo, no dudan en revestirse de una educación rayana en la cursilería en cuanto abandonan el recinto deportivo. Quien escribe ha sido cocinero antes que fraile y sabe del tema en cuestión. Por consiguiente, y sin querer sentar cátedra de bonhomía, insisto: Maltratar con palabras a Vinicius Juniór o a cualquier otro futbolista, desde el graderío o a la llegada al recinto deportivo, es una cobardía. "La verdad es la verdad...".
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