El sorteo de los Octavos de Final de la Copa del Rey no ha suscitado, en esta ocasión, ningún comentario acerca de si las bolas estaban calientes para que uno de los equipos grandes llegue a la final. Y de paso quitar de en medio a uno de los rivales de Madrid. Lo cual me parece muy bien. Siempre y cuando se adopte la misma actitud cuando el equipo merengue salga beneficiado, por ejemplo, del bombo europeo. Ni siquiera el Atlético de Madrid ha dicho ni pío. Otro gallo cantaría si a Unionistas de Salamanca le hubiera caído en suerte enfrentarse al Campeón de la Supercopa.
A propósito: la superioridad del Madrid en la final fue apabullante. Y la goleada, de no haber querido ahondar en la herida azulgrana, que ya manaba abundante sangre, habría sido escandalosa. Es más, tengo para mí que Ancelotti tiró de la rienda a sus jugadores para dar muestras visibles de que no se debe abusar de un equipo que estaba sonado por los golpes recibidos. Seguramente, de haber sido al contrario, mucho me temo que el dedo pulgar de su técnico habría sido similar a como lo usaban los centuriones romanos en el circo.
En tan buen partido del Madrid, la actuación de Vinicius fue extraordinaria. Pues amén de ser un tormento para su marcador y por consiguiente desequilibrar todo el sistema de juego ideado por Xavi Hernández, marcó tres goles. Araújo (uruguayo fornido que causa mucho respeto a sus adversarios y que a veces ha tratado al joven brasileño como si fuera una birria en todos los sentidos) las pasó canutas. Y bien haría su entrenador en no encomendarle más la misión de anular a quien actualmente, sin duda alguna, es el mejor extremo que hay en el mundo. De no hacerlo, mucho me temo que el defensa azulgrana pueda tener pesadillas terribles.
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