El entrenador catalán cometió el primer error cuando dijo que él prefería perder jugando bien que ganar haciéndolo mal. Lo que no dejaba de ser una estúpida altanería. Puesto que ganar es lo principal; máxime cuando no siempre es posible dar espectáculo. Y, claro, no tuvo el menor reparo en contradecirse en las derrotas: "Hay momentos en los que conviene ser prácticos y buscar la portería contraria cuanto antes". De modo que las dudas surgieron entre los jugadores. Lo cual se tradujo en goles encajados: 29 es la cifra en la Liga. Una barbaridad.
Xavi Hernández, criado en la Masía desde que vestía pantalones cortos, sabía sobradamente que la situación de su equipo no estaba acorde con las aspiraciones de la entidad. Y que los medios de comunicación no tendrían piedad de él. Ni tampoco los aficionados. Incluso podría haber recibido el consejo de su amigo Pep Guardiola para que dimitiera cuanto antes. Y es lo mejor que ha hecho. Dado que mantenerse en el cargo para ser vilipendiado a cada paso es atentar contra la salud.
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