Estadio que le debe la fama a la estrella argentina. El recinto napolitano se llena siempre de un público apasionado que no cesa de animar a su equipo. Es de esos campos donde los jugadores visitantes suelen acollonarse. Hasta el punto de que no dan pie con bola. Pero el Madrid está acostumbrado a soportar ambientes enardecidos como si tal cosa... No obstante, sería absurdo no reconocer que las pasó canutas durante los primeros veinte minutos. En los que volvió a mostrar sus carencias en el juego por elevación. Y, por consiguiente, Kepa se vio batido por un cabezazo de Ostigard en el minuto 19. La causa fue una salida en falso del guardameta vizcaino. El tanto de Ostigard le dio alas a los italianos. Pero el Madrid no se descompuso. Todo lo contrario: se hizo dueño del balón que, hasta entonces, había estado en poder de los napolitanos. Y todo cambió en un tris.
Me explico: Bellingham, ávido de seguir cosechando laureles, dio un pase magistral, de esos a los que nos está acostumbrando, al espacio libre para que Vinicius impusiera su velocidad y obtuviera el empate (27'). A partir de ahí el equipo blanco manejó el encuentro a su antojo. Y pronto llegó el segundo tanto del futbolista inglés; es decir, de Jude Bellingham. El cual, tras una conducción excelente, batió a Maret con un disparo desde la media distancia (34'). Insisto: este jugador tiene baraca. Ojalá que esa suerte divina no lo abandone. Al margen de lo dicho, sería absurdo no reconocer que su calidad es tanta como sus aciertos en los remates.
El Nápoles se enchufó nuevamente al partido tras marcar de penalti (54'). Pena máxima cometida por Nacho. El cual no está en las mejores condiciones. Pero el Madrid aguantó el 'chaparrón' y tuvo la suerte de que Meret marcara el tercero -en propia puerta- al tropezar en él un disparo descomunal de Fede Valverde. Corría el minuto 78 y el equipo blanco supo capear el temporal hasta que Clémen Turpin, árbitro francés, dio el encuentro por concluido.
En fin, el partido, amén de lograr el Madrid tres puntos muy valiosos frente a un gran rival, puso de manifiesto dos cosas: que Bellingham es un magnífico jugador y que Kepa debe trabajar de lo lindo para que nadie lo supere en el juego por elevación. De no ser así, los rivales seguirán aprovechándose de sus debilidades en el área chica.
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