Días antes del partido frente al Athletic, si la memoria no me falla, decía quien escribe que el Madrid tenía una gran plantilla y sobre todo que contaba con muchos y buenos futbolistas en el centro del campo. Esa zona vital en la que imponerse es necesario. Dado que es en ella donde se cuecen las victorias y las derrotas. Aunque recordaba también que el problema de Carlo Ancelotti era, sin duda alguna, cómo ir prescindiendo de Modric y de Kroos, todavía de buen ver futbolístico, y concederles la titularidad a quienes llevan poco tiempo en el equipo y aún no han pasado siquiera la reválida del siempre exigente público del Bernabéu.
Pues bien el técnico italiano decidió mostrar sus cartas en el mítico San Mamés. Y lo hizo colocando en la ya reseñada zona del terreno de juego a Valverde, Tchouameni, Camavinga y por delante de ellos a Jude Bellingham. Por cierto, el británico debutó con fortuna en la Liga Santander. Dando pruebas evidentes de que su fichaje ha sido un acierto. Aunque siempre hay que contar con que supere la prueba del Bernabéu; cuyo público someterá a consideración y examen sus cualidades. Tarea que no es fácil. Y ejemplos hay para dar y tomar.
Parece que fue ayer cuando Vinicius, Rodrygo, Camavinga y Tchouameni, todos con la edad en la boca, pasaron por ese trance en un escenario que da y quita fama. En fin, visto lo visto frente al Athletic, Ancelotti busca que los relevos en cualquier línea se produzcan sin merma de juego y resultados. Lo que tiene asegurado, debido a la juventud que atesora la plantilla, es que el equipo blanco goza de una condición física extraordinaria. Ya lo aireaba, no ha mucho, Xavi Hernández. Aunque a muchos les pareció que sus palabras eran más despectivas que elogiosas.
La primera victoria en La Liga, y frente a un magnífico rival, le costó al Madrid la lesión de Militâo; la cual unida a la de Courtois, no deja de ser un problema de aúpa, grande. A propósito, ayer los jugadores del Athletic no dieron trabajo a Lunin. Así que pasó desapercibido. Aunque mentiría si no dijera que su expresión corporal reflejaba la inquietud que anidaba en él. Algo lógico en quien sabe que cualquier desliz servirá para que los escribidores lo pongamos en la picota.
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