Todavía me estoy preguntando cómo Didier Deschamps, curtido en mi batallas como jugador, entrenador y seleccionador, laureado además por sus éxitos, no supo cortar a tiempo el buen juego de Di María por la banda izquierda. Se veía a una legua que su marcador no podía con el 'Flaco'; sobrenombre por el cual se conoce a tan extraordinario futbolista. Hasta el punto de que su actuación desequilibró todas las líneas de la Selección Francesa. Koundé se acordará toda su vida de la tarde que le dio el extremo argentino.
Por la banda siniestra del Estadio de Lusail fue Argentina labrando su triunfo. Debido a que Di María generaba juego sin tomarse siquiera un respiro. Las ocasiones de gol de la selección albiceleste no cesaban. Lo que iba erosionando la moral de los componentes de Les Bleus. Y, naturalmente, llegaron los goles: en el minuto 23 marcó Messi (de penalti) y Di María hizo el segundo (36'). Hubo un momento en que parecía que Francia iba a ser goleada. Pero los cambios le dieron vitalidad al centro del campo e hicieron posible que surgiera la categoría de Mbappé.
El jugador del París Saint Germain, que hasta entonces había pasado inadvertido, marcó dos goles en menos que canta un gallo. El primero de penalti y el segundo con una volea desde la media distancia. En ese momento parecía que Argentina podía derrumbarse. Pero se levantó en la prórroga y Messi volvió a poner a su equipo por delante en el marcador. Pocos minutos tardó Mbappé en lograr el empate. Lo que le valió para ganar la Bota de Oro del Mundial por marcar ocho goles. Ah, mentiría si no dijera que el partido me gustó muchísimo. Aunque cada vez detesto más que los partidos se decidan por penaltis.
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