Muchas fueron las veces que emití pareceres negativos acerca de sus actuaciones cuando era considerado por la aristocracia del periodismo como el Messi español. Todos los días sacaban a pasear el botafumeiro para 'inciensar' a un jugador anárquico, irregular y de escasa capacidad física, tanto congénita como descuidada, que la impedía dar la talla en el Madrid con la regularidad que exige tan grande club. Solari no dudó en prescindir de él. Zidane estaba convencido de que lo sacaría del ostracismo. Y perdió el tiempo. Ancelotti dijo que no lo quería bajo ningún concepto.
Fichado por el Sevilla, yo escribí acerca del error que había cometido su director deportivo. Máxime cuando Ramón Rodríguez Verdejo, más conocido por el sobrenombre de Monchi, es famoso por el ojo clínico que tiene a la hora de contratar futbolistas. Recuerdo cómo me criticaron por esa opinión. Dado que los plumillas estaban convencidos, y así lo aireaban, que sería en el club hispalense donde Isco daría muestras de su categoría.
Así que esperé, a partir de ese momento, que el jugador se metiera a los aficionados en el bolsillo con ese fútbol de calidad que le adjudican. A fin de otorgarle los ditirambos adecuados a su rendimiento. Pero ¡que si quiere arroz, Catalina! Fichar a Isco Alarcón le ha costado al Sevilla un pasta gansa. A Julen Lopetegui el puesto. Y el club anda sumido en una crisis de juego y de resultados. Me imagino que también habrá sido motivo de disputas entre el cuerpo técnico y el resto de directivos. En fin, créanme que me hubiera gustado equivocarme. O sea.
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