Que una nación con cuatro millones de habitantes sea una de las más destacadas en casi todos los deportes es digna de encomio. En el fútbol, por ejemplo, fue tercera en el Mundial del 98, celebrado en Francia. Segunda en el de Rusia 2018. Y, por si fuera poco, en Qatar ha obtenido la medalla de bronce. Cualquier aficionado puede recitar de memoria nombres de futbolistas croatas que deleitaron con su juego. He aquí algunos nombres: Prosinecki, Súker, Rakitiç, Mandzukiç, Kovaciç, Brazoviç, Prosinecki y qué decir de Luka Modric.
Hoy, viendo a Modric jugar frente a Marruecos, me he acordado de José Mourinho. Pues no en vano fue el portugués quien recomendó al Madrid que fichara al mejor centrocampista que había entonces en la Premier League y por consiguiente en Europa. Los escribidores de fútbol, en el día de la presentación del croata en el Santiago Bernabéu, se mofaron de la presencia de aquel jugador bajito y enjuto. Me imagino que todos aquellos que escribieron aquellas sandeces seguirán ruborizándose todos los días y fiestas de guardar.
Luka Modric, con 36 años de edad, corre como el que más; es capaz de jugar en las tres posiciones del centro del campo; defiende en todas y organiza desde cualquier lugar del césped en el cual se encuentre. Pieza clave en la zona vital del campo del Madrid, club con el que lo ha ganado todo, ha demostrado ante la Selección de Marruecos que aún tiene cuerda para rato. Por cierto, me ha vuelto a gustar el combinado marroquí. El cual ha perdido luchando de principio a fin y mostrando, una vez más, las cualidades físicas, técnicas y tácticas que le han permitido ocupar el cuarto puesto en el Mundial. Lo cual no es moco de pavo.
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