Decir de esta agua no beberé es exponerse a quedar en mal lugar. Es lo que me ha ocurrido a mí por airear a los cuatro vientos que vería pocos partidos del Mundial que se está celebrando en Catar. Y hasta presumí de que sería nada más que espectador de los encuentros más relevantes. Pues bien, debo confesar que ya me he sentado tres veces en mi butaca de la salita de estar para ver selecciones que no entraban en mis planes.
Accedí al primer enfrentamiento por ser el de la inauguración de la gran fiesta del Fútbol Mundial... La victoria de Ecuador, fiel reflejo de su superioridad sobre la selección anfitriona, me hizo bostezar cada dos por tres. Me perdí el de ingleses e iraníes. Por razones obvias: estaba cantado que sería un paseo para los inventores del balompié.
Países Bajos derrotó a Senegal cuando el partido estaba dando las boqueadas. Cierto es que el fúbol africano ha mejorado muchísimo y sus mejores jugadores actúan en las mejores Ligas europeas. Pero Holanda, sin ser aquella que lideraba Johan Cruyff, aún está en condiciones de derrotar a cualquier selección.
Arabia Saudí mantuvo el tipo en la primera mitad. Los argentinos se adelantaron en el marcador de penalti. Disparo de Messi en el minuto nueve desde los once metros. Escaso bagaje para el dominio ejercido por la selección albiceleste. La cual depende de Messi y Di María en ataque. El extremo, sobre todo, ha sido quien más problemas le ha creado a la defensa adelantada de los saudíes. Pero Al Shehire (48') y Salem Al Dawsari (53') batieron dos veces a Emiliano Martínez.
El dominio aplastante del combinado sudaméricano fue combatido, impecablemente, por el orden táctico adoptado por el seleccionador Hervé Renard. El sistema defensivo depende los entrenadores. De ahí que la victoria, tan importante como inesperada, conseguida por Arabia Saudí se debe en gran medida a los conocimientos de su técnico. Sobre todo por convencer a sus jugadores del sacrificio que exigía el encuentro.
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