La impertinencia de Jorge Resurrección

Las declaraciones de Jorge Resurrección, conocido deportivamente como Koke, sobre cómo Vinicius Juniór festeja los goles, dos días antes de la celebración del derbi madrileño, no han sido casuales, de ningún modo. La acusación vertida por el excelente futbolista rojiblanco, que tanto está dando que hablar, no deja de ser una invitación a que los aficionados del Atlético la tomen con el brasileño desde que llegue al Estadio Civitas Metropolitano. Es la mejor manera de incitar a un público que ya de por sí va alterado por la pasión que despierta el encuentro.Y, desde luego, evidencia el miedo que infunde el juego del extremo merengue. 

Semejante fobia hacia el joven futbolista, propalada a los cuatro vientos, es también un mensaje para el árbitro Martínez Munuera; es decir, para que éste permita que las entradas violentas a Vinicius traten de amedrentarlo y hasta que sus quejas sean tan airadas como para ser castigadas con tarjetas que le pondrían de patitas en los vestuarios. Incluso me atrevería a decir que tampoco descartan que Ancelotti pudiera prescindir de Vinícius para dejar a su rival sin la coartada prevista de Simeone. Lo que supondría una gran ventaja para el equipo local. Que lleva ya la tira de tiempo sin ganarle a su eterno rival.

El Cholo Simeone sabe que el gol causa una explosión de júbilo que nubla de felicidad la mente de quien lo obtiene. De hecho, las carreras del técnico argentino por la banda, cuando es su equipo el que lo logra, no dejan de ser ridículas para quienes nunca han vivido ese momento. Es más, si se hiciera una encuesta nacional acerca de si bailar por el hecho es mejor que correr por el campo como un asno al que le hubiera picado una mosca cojonera, seguramente la gente optaría por el baile. Máxime si el bailador tiene arte. 

Quien escribe ha reconocido siempre el buen trabajo del entrenador del Atlético de Madrid. Pero, desde hace mucho tiempo, El Cholo Simeone acusa muchísimo el mal que le aqueja: su acérrima aversión hacia el Madrid. Un rival al que desea ganar por encima de cualquier otra cosa. Como si esa victoria le pudiera servir de panacea para sus males. Sin caer en la cuenta de que ese triunfo, si acaso se produjera, no es de vital importancia, a estas alturas, para ganar La Liga.