Dijo el poeta en su momento: "En la democracia, exactamente igual que en el Ejército, la antigüedad es un grado". No es mucho, pero menos da una piedra. Juan Vivas lleva más de dos décadas como presidente de Ceuta, y si a ese tiempo se le suman los años vividos como funcionario en el Ayuntamiento, no creo que nadie se atreva a llevarle la contraria en nada de cuanto acontezca en el Palacio de la Asamblea.
Veintidós años sin apearse del machito es una marca que pasará a los anales de la Historia Política de España. Y los que te rondaré, morena. Puesto que el presidente del Partido Popular (ceutí) presentará su candidatura en las próximas elecciones. Por más que no ceje en su empeño de confundir al personal con declaraciones sagaces que invitan a creer que no lo hará. Táctica, según mi parecer, que no le beneficia. A no ser que haya encuestas que no sean de su agrado y trate de que sus votantes no se duerman en los laureles...
Sabido es, y si no yo se lo digo, que a mí me importa un bledo y parte del otro que Juan Vivas siga como alcalde hasta que tenga que ser llevado en volandas hasta su despacho. Algo que por otra parte, debido a mi edad, yo ya no vería. Pero lo que no entiendo es cómo ese hombre no se aburre de mandar. Con lo difícil que es hacerlo. Máxime cuando la politica consiste en una pura e impura gestión. Donde las ideologías no dejan de ser un decorado de quita y pon.
Tal es así que uno ha conocido a personas que presumían de ser socialistas desde que vestían pantalones cortos y acabaron siendo del PP; y al revés, por razones claras: se afiliaron allí donde les prometieron que irían en las listas de unas elecciones que auguraban un éxito rotundo. Es decir...
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