Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 30 de agosto de 2022

Hablar bien es de vital importancia para un político

Hoy me ha dado por leer biografías. Y la primera, de las varias a las que he accedido, ha sido la de Gonzalo Fernández de la Mora; escritor reaccionario, que escribía muy bien y que llegó a ser ministro de Obras Públicas con Franco. Destacó bien pronto, en su etapa como estudiante, por manifestarse contra la proyección de la película Gilda, que había sido autorizada por el Caudillo. Pero él, joven, religioso y patriota, se opuso tenazmente a ello y se dedicó en los años cuarenta, con otros jóvenes de ideas similares, a rasgar los carteles que anunciaban a la despampanante Rita Hayworth.

De González de la Mora cuentan que un día tuvo la osadía de presentarse ante Ortega y Gasset para decirle el libro que tenía que escribir. Y que éste lo echó a gritos destemplados de su despacho. Luego, ni corto ni perezoso, visitó a Azorín para explicarle que él escribía por salvar y cantar la patria, regenerar España, explicar a Dios y otros misterios. El maestro, con la tranquilidad que da la edad y el haber vivido tantas batallas, le responde: "Yo escribo para comer". No me digan que el célebre escritor no estuvo sembrado.

A propósito: Los políticos han de contar con la cualidad, además de otras muchas, de saber hablar en público y si es posible expresarse por medio de la escritura como mandan los cánones. Hablar en público es una necesidad y, por tanto, están obligados a hacerlo correctamente cuando suben a un estrado o son entrevistados en un medio de comunicación.  De lo contrario, se les plantea una situación: o aprenden o bien alegan afonía crónica.

Yo les recomendaría a los políticos carentes de labia, si acaso no desean mejorar ésta por métodos clásicos, que viajen al pueblecito de Blarney, que está al noroeste de Cork. A fin de que besen la llamada "piedra Blarney". Y es que cuenta la tradición que el que bese la piedra poseerá el don persuasivo de la elocuencia. Si bien la historia recuerda que la tarea no es fácil. Porque la única manera de alcanzar la piedra es colgándose cabeza abajo, de una forma muy difícil. Lo cual, teniendo en cuenta que la dichosa piedra está situada en lo alto de un castillo, se me antoja una misión arriesgada. De todas formas, preferible es aceptar el riesgo que seguir perorando mal en plaza pública.


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