Cuando el entrenador limita al jugador, ese jugador no crece. Así opina un exfutbolista en un periódico de tirada nacional. Y está en su derecho de emitir ese parecer. Faltaría más. Pero también debe reconocer que si el técnico le permite hacer lo que no sabe, amén de estar perjudicando al equipo, se expone a que lo destituyan de su cargo más pronto que tarde. El fútbol ha evolucionado en todos los aspectos. Pero las derrotas siguen suspendidas sobre las cabezas de los entrenadores como una espada de Damocles. La cual es una amenaza persistente y dañina para la salud de ellos.
Decía Carlo Ancelotti, fechas atrás, que el insomnio lo invadía la noche en que su equipo ganaba y también cuando perdía. Axioma. La soledad de los entrenadores es la misma que hace cuarenta años, por poner un ejemplo. Pero tampoco es menos cierto que disfrutan de medios que eran impensables entonces. Mentiría si no dijera que entrenar en la máxima categoría de aquel fútbol era más que difícil. Dado que los equipos le daban mucho valor a los técnicos que habían jugado en Primera División. Aunque su historial en los banquillos fuera calamitoso.
Yo he conocido técnicos que cambiaban el sino de un encuentro tomando una o dos decisiones sobre la marcha. Y al revés: los he visto meterse en líos por intervenir mal o a destiempo. En ocasiones, en muchas ocasiones, los periodistas dicen que los equipos grandes necesitan entrenadores con un gran historial como jugadores para que sean respetados por la plantilla. Aunque el caletre no les funcione durante el juego. Lo cual es una mentira como un templo de grande. Y me explico: los futbolistas observan desde el primer día al entrenador. Analizan cómo habla y de lo que habla. Y pronto se percatan de si conoce o no el oficio. Y, desde luego, se rinden ante los triunfos. Obras son amores y no buenas razones.
Verbigracia: en el Liverpool-Villarreal hubo un futbolista que se adueñó del centro del campo y fue fundamental en la victoria del equipo inglés. Thiago Alcántara dominó la zona vital del terreno de juego durante setenta y tantos minutos. Pues bien, el entrenador del Villarreal expuso a su equipo a una derrota antes que cambiar a Parejo por otro jugador capacitado para cortar de raíz esa fuente de buen juego. Cuando lo hizo ya era tarde. Resumiendo: todas las crónicas del partido destacan la gran actuación del futbolista hispano-brasileño. Pero no dicen ni pío del error cometido por el técnico del Villarreal. Lo cual no significa que sus jugadores no lo hayan comentado entre bastidores. Y ello genera desconfianza. O sea.
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