Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

viernes, 8 de abril de 2022

Admiración por Benzema

Admirar, según la primera acepción del diccionario de María Moliner, es experimentar hacia algo o alguien un sentimiento de gran estimación, considerando la rareza o dificultad que encubre la cosa admirada o sintiéndose uno mismo incapaz de hacer lo mismo. Es una pasión, como también lo son el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza. Dicen los que saben que la admiración tiene mucha fuerza a causa de la sorpresa; es decir, del acaecimiento súbito de algo que no suele darse frecuentemente.

La actuación de Karim Benzema frente al Chelsea, de la que aún se sigue hablando, causó asombro generalizado (estupecfación), y el asombro es un exceso de admiración, que no puede ser sino malo. Para René Descartes todo exceso es intrinsecamente malo, porque la virtud y lo justo es el término medio, como para Aristóteles. Cierto es que a la hora de leerlo resulta inevitable tomar en consideración los tópicos que -con mayor o menor justificación, pero también con un efecto envolvente y distanciador- acostumbran a caracterizar la figura y la obra del fundador de la Filosofía moderna.

Lo que nos viene a decir Descartes en el Discurso del método Tratado de la pasiones del alma es lo siguiente: "Que no son los más tontos ni los más hábiles los más inclinados a la admiración. Por lo demás, aunque sólo los idiotas y estúpidos no están inclinados naturalmente a la admiración, tampoco puede decirse que los hombres de espíritu superior sean siempre los más inclinados a ellas; sino que lo son principalmente quienes, aun teniendo bastante sentido común no tienen, sin embargo, una opinión muy elevada de su suficiencia. Así que su exceso (el de la admiración) puede convertirse en hábito cuando no se le corrige".

Al grano: la actuación de Karim Benzema frente al Chelsea fue extraordinaria en todos los sentidos. Y desde entonces no han dejado de sonar las trompetas del éxito en su honor. Pero esa exhibición futbolística llegó precedida de muchas otras atiborradas también de buen juego y de goles. Por consiguiente, bien haríamos en hacernos a la idea de que no siempre el internacional por Francia rendirá de modo sobresaliente. Ojalá que esa fuera la tónica durante todos los partidos que aún le quedan por jugar con su club. 

Así que sería conveniente no seguir redoblando el tambor en honor de quien, como humano que es, está expuesto a que su rendimiento decrezca. Y si ello sucede, que entra dentro de lo posible, también habría que colmarlo de atenciones para que saliera del trance en las mejores condiciones. A no ser que la admiración por una persona sea flor de un día. Quien escribe, que nunca fue muy dado a regalar ditirambos, también se ha excedido en alabanzas con Benzema. Por consiguiente, prometo que de su éxito reciente no volveré a decir ni pío. 

  





 


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