La temporada pasada, más o menos por estas fechas, el sorteo emparejó al Chelsea con el Madrid en la UEFA Champions League. Así que escribí, en la víspera del primer partido, acerca de la importancia que N'Golo Kanté tenía en su equipo. Dado que lo había visto jugar muchas veces en la Premier League. Y, cómo no, en la Selección de Francia. Recuerdo que destaqué su similitud con Makelele. A fin de que mis lectores supieran por qué Kanté era el jugador en quien Thomas Tuchel, su entrenador, había depositado toda su confianza. Ni que decir tiene que daba por hecho que Zinedine Zidane tomaría las medidas necesarias para evitar que su compatriota se adueñara de la zona vital del campo. Pero no fue así... Y, claro, Kanté dio un curso en los dos partidos de cómo actuar en una demarcación donde se cuecen las victorias y asímismo las derrotas.
El Chelsea, además de eliminar al Madrid, fue capaz de ganarle al Manchester United en la final de la Champions. Y lo hizo situándose muy bien en el terreno de juego, bajo el sistema 3-4-2-1. Lo que unido a su fortaleza física y a su disciplina en los marcajes le hicieron merecedores del título. Y N'Golo Kanté, una vez más, fue pieza vital en el centro del centro del campo. No sólo por su conocimiento de la posición y las cualidades físicas que atesora, que le permiten correr y correr todo el tiempo, sino porque además roba balones a granel y, por si fuera poco, los entrega al compañero mejor situado. Incluso, de vez en cuando, se permite el lujo de conducir la pelota con celeridad y desbordando líneas. Por consiguiente, Carlo Ancelotti deberá evitar que el internacional francés se haga dueño de la zona en la cual se cuecen las victorias y las derrotas. Es decir, en el centro del terreno de juego.
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