De higos a brevas, sobre todo cuando el desmadre reina en un partido político, como sucede actualmente en el Partido Popular, echo mano de Así está España: título del libro escrito por Emilio Romero. Y lo voy hojeando para ver si el gran periodista y escritor hubiera recomendado alguna acción a fin de evitar la indisciplina y desobediencia en el seno de la organización. Y encuentro lo siguiente: Un diputado por Murcia dijo a los socialistas en el Congreso que la disciplina que habían impuesto en su partido era tan extraordinaria y ejemplar, que hasta podrían poner una cabra al frente de cualquier destino, y sus seguidores la aceptarían.
Emilio Romero cuenta de qué manera defendió Alfonso Guerra la acusación. Y, a renglón seguido, el maestro hace una apreciación, porque no le gusta descalificar a nadie por las semejanzas, o una utilización malintencionada del lenguaje. Y opina así: "Es bueno que un partido tenga un pastor. Y tampoco está mal que tenga un perro. Lo que sí es más dudoso que las carreras políticas tengan que hacerse a base de asumir la condición de ovejas. Pero todo será en función de saber quién es quién. El gran periodista pone ejemplos.
"Manuel Fraga era un pastor, pero no tenía buenos perros; tenía algún perro pekinés o cocker, cuando lo que tenía que haber tenido eran mastines, o algún perro de San Bernardo. Santiago Carrillo era, al tiempo, pastor y perro, y esto era demasiado. Un día acabaron con el perro, y el pastor se fue de misiones". Y yo me pregunto: ¿Cómo es posible que Pablo Casado, lector empedernido, y seguro seguidor de todo lo publicado por ER, no tuviera a su vera el pastor y el perro adecuados a sus necesidades como presidente de un partido que aspira a residir en El Palacio de la Moncloa? El fallo es imperdonable.
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