Cuando la decada de los años 60 estaba tocando a su fin, yo leía con verdadero entusiasmo Maestros Rusos; obra publicada por Editorial Planeta: Una joya de cuentos, novelas y relatos. Cinco fueron los tomos que adquirí y todos cuentan con casi dos mil páginas. Opté por dedicarles una hora diaria de mi tiempo libre. Recuerdo que el bibliotecario municipal de mi pueblo, gran persona y amigo, cuando hablábamos al respecto, solía decirme que a mí me tenían que dar el premio a la paciencia como lector. Porque la literatura rusa requería mucha paciencia y concentración.
Así que los nombres de Chejov, Gorki, Kuprin, Bunin, Andreiev, Narokov... Siguen situados en un anaquel preferente de un mueble de mi modesta biblioteca. En señal de reconocimiento por haber puesto a prueba mi resistencia como lector deseoso de adquirir una culturita para andar por casa. De mis lecturas saqué yo la conclusión de que los rusos tienen mala suerte con sus dirigentes. Algo que me confirmó un tipo nacido en Moscú y que apareció un día al frente de un restaurante en una carretera de la provincia de Cádiz. Y que supo ganarse la confianza de una clientela que le reportaba pingües beneficios.
Era educado, culto, agradable y además tenía una facilidad pasmosa para hacer amistades. Rara vez se hablaba en su local de política. La intervención militar rusa en Checoslovaquia -1968- fue seguida con enorme interés en todo el mundo. El presidente ruso era Brézhnev. Y el ataque tomó la forma de una operación conjunta de las tropas del Pacto de Varsovia y se presentó como una defensa, ya no de los intereses soviéticos, sino del campo socialista en su conjunto.
Una noche, tras cerrar el local, el propietario nos invitó a una copa a cuatro de los clientes más asiduos al establecimiento. Metidos en cháchara, salió a relucir el ataque a Checoslovaquia y por qué los rusos eran tan belicosos. El propietario, tras carraspear lo justo, nos habló de la teoría de la "soberanía limitada". Y nos dijo que esa teoría representaba la mayor novedad en la política exterior de la era Brézhnev. Fue entonces cuando yo supe a qué se refería el ciudadano ruso afincado en España.
Con la sustitución de Kruschev por Brézhnev en 1964, se apreció una cierta vuelta a los viejos criterios -estalinistas, pero también zaristas- de defensa de las fronteras seguras y de anexión de territorios fronterizos, y de férreo control sobre toda la zona dominada. El propio Brézhnev elaboró la llamada "teoría de la soberanía limitada", según la cual los aliados soviéticos no son plenamente libres de escoger su destino, sino que deben supeditar sus actuaciones a los más altos intereses del socialismo. Polonia fue intervenida sin tapujos por el mismo principio. Y ahora le ha tocado a Ucrania. No cabe la menor duda de que reedificar el Imperio está en la mente de Putin.
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