Va camino de cumplir 37 años y lleva diez temporadas en el Madrid. Ha ganado todos los títulos habidos y por haber. Incluso ha sido premiado con un Balón de Oro y otras distinciones prestigiosas. Y, por si fuera poco, aún es la estrella que ilumina a su equipo desde el centro del campo. Zona vital en la cual, nunca me cansaré de decirlo, se cuecen las victorias y las derrotas.
Su fichaje -en agosto de 2012- se debió al interés demostrado por José Mourinho para hacerse con los servicios de un futbolista que ya destacaba sobremanera en el Tottenham. Conviene decir que no faltaron 'plumillas' y técnicos que calificaron su fichaje de escasa importancia. Más o menos como un jugador para hacer bulto. Quienes así se expresaron, con tanta ligereza, me imagino que todavía estarán invocando a Santa Lucía...
Luka Modric pasará a la historia como un grande entre los más grandes futbolistas que ha tenido el Madrid. Técnicamente superior, y aportando ese afán de sacrificio que es habitual en los deportistas balcánicos, su renovación hace nada, por una temporada más, fue celebrada por los seguidores madridistas. Cada vez que a Modric le recuerden su edad, con fines no agradables, bien podría rememorar lo que dijo Ferenc Puskas en los años 50 y 60.
"Lo bueno de hacerme viejo -se entiende que es para el fútbol- es que el balón me obedece".
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