Ayer estuve viendo por televisión el Villarreal-Manchester United. El dominio del equipo castellonense no se tradujo en goles porque De Gea hizo dos paradas de muchísimo mérito. Pero tampoco conviene olvidar que los ingleses defendieron con orden y sin concesiones a la galería cuando salían con el balón jugado desde atrás. Y, cuando no les era posible, su portero se encargaba de poner la pelota en campo contrario. Prueba evidente de que en el fútbol, y según las circunstancias, caben todas las acciones...
A los porteros, desde hace ya muchísimo tiempo, se les viene exigiendo que jueguen con los pies. Lo cual no deja de ser un acierto. Prueba de ello es que, como recordaba yo fechas atrás, Paco Buyo destacó sobremanera por esa cualidad. Ahora bien, los hay que actúan con una temeridad inconcebible y sin solución de continuidad. Es decir, que no cesan de arriesgar el balón cuando su equipo es atosigado cerca de la línea que delimita el área. A veces, muchas veces, sin conseguir el fin deseado... Sino todo lo contrario.
Es verdad que las jugadas ensayadas, cuando acaban bien, son causa de mucha satisfacción para el técnico encargado de practicarlas durante los entrenamientos. Pero no deberían convertirlas, y es algo que vemos a cada paso, en ese más difícil todavía tan ligadas a los espectáculos circenses. Sobre todo cuando se trata de llevarlas a cabo en esa zona roja del campo propio, tan conocida por todos. ¿Cómo es posible que, estando Capoue al borde del área y dando la espalda a sus rivales, Rulli le cediera el balón por el centro? Lo cual sigue siendo una herejía futbolística.
De semejante desatino se aprovechó el Manchester United. Sucedió que, tras recibir Capoue la presión de un contrario, llamado Fred, perdió el balón y éste cayó en los pies de Ronaldo Cristiano. Quien batió a Rulli con una vaselina lujosa. Como es habitual en la estrella portuguesa. A partir de ahí el Villarreal fue a menos y su rival a más. Y así llegó el golazo de Sancho. Y la sentencia del partido.
En vista de que no es la primera vez que ello le sucede al equipo castellonense, bien haría su entrenador, Unai Emery, en cortar de raíz tales pampiroladas. (en Cádiz, suelen llamarlas Pamplinas... de la Plaza Mina). Pues no es justo que de un equipo como el Villarreal, tan seguido como admirado, se diga que su juego tiene más tonterías que un Mueble Bar. O sea.
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