Ayer por la noche, viendo un reportaje sobre Luis Aragonés en Vamos Televisión, brotaron en mí los recuerdos de cómo lo conocí y de las magníficas relaciones que mantuvimos hasta que se fue a ese lugar del cual nunca se vuelve. Ambos coincidimos en el curso de entrenador nacional en 1973. El cual quedó marcado por el fallecimiento de su director, José Villalonga, el primer día de clase. Pronto me percaté de que LA era un tipo serio, responsable, y muy poco dado a entablar conversación porque sí. Era muy reservado.
Luis destacó muy pronto como alumno por haberse leído los apuntes del curso de cabo a rabo. Verdad es que gozó del privilegio de tenerlos antes que quienes no pertenecíamos a la Federación Castellana de Fútbol. Pero tampoco es menos cierto que llegó muy preparado en la teoría y luego destacó sobremanera en las demostraciones prácticas. Un día, en vista de que formábamos parte del mismo grupo de aspirantes al título, a mí me tocó ordenar lanzamientos de faltas desde fuera del área y desde distintos puntos.
Lo primero que hice es elegir a Luis como tirador de todas ellas, tras ordenar las barreras correspondientes. Ni que decir tiene que fue una gozada ver cómo el jugador rojiblanco golpeaba el balón. Ahí nació nuestra amistad. Aunque debo decir que él ya se había preocupado de conocer mi historial como entrenador en distintos equipos a los que llegué cuando estaban ya abocados al descenso. Y a partir de ahí, cuando coincidíamos en nuestro tiempo libre, pegábamos la hebra. Así que descubrimos tener amigos en común.
Amigos que veraneaban en El Puerto de Santa María. Y, por si fuera poco, siendo él ya entrenador del equipo rojiblanco, el Portuense, entrenado por mí, tuvo la suerte de que el bombo lo enfrentara al conjunto colchonero en la Copa del Rey. Recuerdo perfectamente nuestras conversaciones en el Motel Caballo Blanco, lugar elegido por la expedición atlética para alojarse. Charlas sobre fútbol que duraron hasta pasada la media noche.
En 1982, recién llegado yo a Ceuta, se organizó un Trofeo veraniego. Los participantes fueron Atlético, Dukla de Praga y Agrupación Deportiva Ceuta. Luis, Vicente Calderón y servidor estábamos charlando de fútbol en la cafetería del Hotel La Muralla cuando se acercó un directivo del equipo local y empezó a emitir sus opiniones balompédicas ante el asombro del técnico madrileño. Cuando Luis estaba a punto de mandarlo allá donde el viento da la vuelta, el presidente rojiblanco, que tan bien lo conocía, logró que el individuo lo siguiera hasta la recepción para no sé qué asunto...
Cuando nos quedamos solos, Luis se dirigió a mí de esta guisa: "Manolo, conociéndote, mucho me temo que tú no aguantarás las impertinencias de este directivo ni siquiera un mes" Y es que Aragonés se alteraba en cuanto un gilipollas irrumpía en su espacio y se ponía a pontificar de lo que no tenía ni idea. Y acertó...
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