Suena el teléfono: Luis Soriano, amigo de siempre, me dice que ayer falleció Manolo Solano. Y a la súbita pena se unen los recuerdos de quien conocí en el Écija Balompié: Equipo que estaba a punto de descender y al que llegué para evitar lo que ya parecía irremediable. En el primer entrenamiento, ya me di cuenta de la calidad que atesoraba Solano como jugador. Estaba recién comenzada la década de los setenta y Manolo había cumplido veinte años.
En el equipo astigitano había estado jugando a su aire. Así que le dije que su calidad estaba pidiendo a gritos un mínimo de orden. Y lo situé en el centro del centro del campo con misiones concretas. Su rendimiento fue suficiente para sumar puntos y salvarnos del descenso. Pronto se ganó mi amistad y mi admiración como futbolista. Así que hice todo lo posible para incorporarlo a la Sociedad Deportiva Ibiza. Ni que decir tiene que tardó un amén en meterse a los aficionados ibicencos en el bolsillo.
También lo tuve en el Mallorca. Temporada aciaga por falta de medios económicos. Pero Manolo Solano destacó sobremanera. Jugó de dulce toda la temporada. Estuvo en un tris de ser fichado por el Valencia; pero Mestre-a la sazón director técnico-se durmió y el Levante U D se hizo con sus servicios. Pronto llamó la atención como uno de los mejores centrocampistas de la Segunda División A. Fue lesionado de gravedad, tras una durísima entrada, y salió de la operación con una ligera cojera. Así que decidió dejar el fútbol.
En la temporada 79-80 firmé yo en el Racing Portuense. Y le dije que contaba con él. Aun sabiendo que su cachet, aunque lo redujera, era excesivo para el club. Y además los directivos fueron informados de la secuela que le había quedado en un pie. Es más, me permití decir lo siguiente: Manolo Solano, tal como está en estos momentos, es capaz de ser el mejor del equipo en todos los partidos. Y acerté: dirigió al equipo magistralmente desde cualquier posición del centro del campo. Y estuvimos a punto de ascender.
Tres temporadas compartí con él en el equipo de mi pueblo. Fuimos amigos de verdad. Nos conocíamos muy bien para no serlo. Su fallecimiento me ha causado gran pesar. Manuel Solano Cañado, amigo de verdad, descansa en paz...
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