Yo he opinado muchas veces de Sergio Ramos durante sus últimas temporadas en el Madrid. Pero desde que fichó por el París Saint Germain no dije ni pío de quien pasará a la historia como uno de los mejores centrales del fútbol español. Y no lo habría mentado de no haber leído que en el club parisino ha sentado mal que se tome atribuciones que no le corresponden. Las cuales han disgustado tanto a Pochettino como a Kimpembe: zaguero destacado del fútbol europeo y mundial.
La salida de Ramos del Madrid, además de la cuestión crematística, se debió a que había llegado a la conclusión de que podía manejar al entrenador y a la plantilla como él creyera conveniente. Estaba convencido de que era el 'Gran Capitán' de verdad. Es decir, con poder omnímodo para permitirse el lujo de decirle indirectamente a Florentino Pérez, por ejemplo, que Antonio Conte no era el entrenador adecuado para el vestuario. Sus declaraciones nos mostraban a un futbolista altivo, fatuo, engreído. Hasta el punto de considerar que estaba por encima de la entidad blanca.
Semejante actitud, absurda a todas luces, fue horadando su prestigio tanto en su club como en la Selección. En ésta, porque Luis Enrique estaba también harto de que el capitán se hiciera notar tanto entre los futbolistas. Así que el asturiano se vio obligado a decirnos que el único líder del combinado era el seleccionador. El siguiente paso fue prescindir de SR. Lo lógico, en un jugador veterano y atiborrado de éxitos, hubiera sido aprender de lo ocurrido. Percatarse de que sus exhibiciones de poder estaban mal vistas. Pero, según parece, ha cometido el error de llegar a París dando lecciones a sus compañeros. Y, claro, alguien ha dicho que nones. Vamos, que no lo aguanta.
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