En agosto de 2020, cuando la gente se moría a chorro porque un virus asesino campaba por su respeto y el miedo cundía por doquier, a Lionel Messi se le ocurrió enviar un burofax al Barcelona para comunicarle que deseaba romper las relaciones con el club. Y, durante unos días, hubo personajes que salieron a la palestra para decirnos lo mal que lo estaban pasando por ese motivo. Ni que decir tiene que mi vergüenza ajena fue superior a mi indignación. El contenido del famoso burofax quedó en agua de borrajas. Y la gran estrella argentina volvió a su redil con renovados ánimos.
En agosto de 2021, concretamente anteayer, el jugador le ha pedido tanto dinero al Barça como para que su presidente le haya dicho que nones. Y éste lo ha evidenciado con esta respuesta: "No estoy dispuesto a hipotecar el club durante 50 años por nadie...". Yo no sé si Joan Laporta cambiará de parecer ante la presión que está soportando por parte de quienes desean que Messi acabe su carrera vestido de azulgrana, pero de momento está manteniendo el tipo. Lo cual no es fácil.
Lionel Messi es el mejor jugador del mundo desde hace tiempo. Y, aunque esté ya en el tramo final de su carrera, hace muy bien en exigir el dinero que crea conveniente. Ahora bien, lo que no se le debe permitir, bajo ningún concepto, es que lo que diga el argentino vaya a misa. Y, desde luego, da grima lo que ha aireado Jordi Évole (periodista, cómico, presentador de televisión y guionista): "Tengo 47 años, pero ahora me pondría a llorar como un crío por la marcha de Messi". Como si en España no hubiera motivos suficientes para derramar lágrimas a raudales.
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