Me llama por teléfono mi amigo Enrique, octogenario como yo, para saludarme y sobre todo porque tiene ganas de hablar de cuando éramos niños y nos veíamos en el Campo de Eduardo Dato (El Puerto de Santa María) para ver al Racing Club Portuense. Y, claro, los recuerdos van aflorando a la par que citamos de memoria los nombres de los jugadores de aquella época: Racero, Baltasar, Lupo, Gil, Laínez, Cordero, Soriano, Trujillo, Natalio...
Natalio era nuestro ídolo, y el de todos los aficionados del Racing de aquellos años tristes de una postguerra en la que el hambre y las enfermedades iban cogidas de la mano. El jugador malagueño resolvía los partidos en un amén. Enrique habla de lo bien ensayado que Cordero y Natalio tenían el llamado "pase de la muerte".
Y lo cuenta así: "El delantero centro salía raudo en dirección a la portería contraria; desde una veintena de metros atrás, y Cordero le lanzaba el balón en perpendicular y le llegaba justo en el momento de pisar el área grande. Natalio tenía que jugársela entre los dos defensas que entraban al cruce, y, ante la salida desesperada del portero, enviaba el balón a la red. Jugada que desataba la locura de los aficionados. Era, dice mi amigo, el fútbol clásico. Un fútbol ofensivo".
Cierto, le digo. Las tácticas se desarrollaban a partir de un sistema posicional de ataque: el 2-3-5. El concepto de marcaje no existía Y la técnica de los jugadores era lo suficientemente primitiva como para que los defensas resolvieran los fallos de los propios atacantes. Ahora bien, quien nunca fallaba, o casi nunca, era Natalio. El cual jugó también en la Sociedad Deportiva Ceuta.
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