Ayer escribí de Luis Enrique. Y hoy, a pesar de que yo detesto repetirme y mucho menos en tan poco espacio de tiempo, volveré a las andadas. Mi redoble tambor se debe a que he leído que "el seleccionador toma decisiones a partir de lo que dice la prensa". Semejante acusación es más grave que tacharlo de antipático, de engreído, de pedante... Y, si le ha llegado a sus oídos, seguramente le habrá sentado peor que si lo hubieran insultado.
Luis Enrique se fue del Madrid porque Johan Cruyff lo convenció para que fichara por el Fútbol Club Barcelona. Así que tuvo tiempo de aprender de quien fue estrella como jugador y entrenador. Lo cual no suele ser habitual. El holandés dijo que hay tres clases de entrenadores: "Los que ganan y pierden un partido sin saber por qué; los que ganan y pierden un partido y saben por qué; y los que ganan y pierden un partido y no sólo saben por qué sino que también tienen la solución para seguir ganando o evitar seguir perdiendo". En suma, que la vida consiste simplemente en tomar decisiones.
Del carácter avinagrado de Luis Enrique se ha hablado ya mucho. Y lo que te rondaré, morena. A veces con razón y otras sin ella. Pero me parece intolerable que se le achaque que elige a los jugadores acorde a los caprichos de algunos periodistas que escriben en periódicos de tirada nacional o hablan en emisoras de radio y televisión destacadas. De haber sido así, no habría dudado en seleccionar a Sergio Ramos: cuya no inclusión en la lista de convocados fue motivo de escándalo por parte de sus partidarios. Que son innumerables.
De haber seguido las indicaciones de los periodistas no tengo la menor duda de que Navas, Aspas, Marco Asensio, Nacho y Parejo, entre otros, estarían formando parte del combinado español. No obstante, Luis Enrique hizo lo que creyó conveniente. Es decir tomó decisiones. Las que han ido acompañadas de otras más recientes: mantener en la portería a Unai Simón, tras el fallo frente a Croacia y darle cobijo a Morata cuando los críticos pedían su relevo a voz en grito.
Mi opinión, modesta donde las haya, es que Luis Enrique no debería alinear, salvo necesidad, a dos centrales zurdos. Y, desde luego, no entiendo que Busquets sea poco más o menos el faro que alumbra a la Selección Española. Ya no cabe, cuando los contrarios nos dominan o nos sorprenden en las transiciones, para mí contraataques de toda la vida, decir que la flojedad defensiva de Busquets es irrelevante si la comparamos con su clarividencia futbolística.
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