Decía Emilio Romero que los primeros pasos de la restauración democrática se hicieron con tres guapos y seductores, y tres inteligentes y poco afortunados en sus figuras físicas. Los guapos y seductores fueron el Rey, Adolfo Suárez y Felipe González. Los otros -los menos atractivos- fueron Torcuato Fernández Miranda, Manuel Fraga y Santiago Carrillo. Los resultados estuvieron a la vista. El gran inspirador de la restauración fue el Rey, y todos le ayudaron.
Adolfo Suárez y Felipe González fueron los políticos representativos del poder y de la oposición. Y el destino de los otros fue el siguiente: Fernández Miranda pasó al ostracismo interior al poco tiempo; Manuel Fraga no obtuvo más que quince diputados; y Santiago Carrillo, que fue el gran activista contra el régimen del general Franco, y que soñaba con un vigoroso partido comunista como en Italia, no alcanzó otra cosa que veinte diputados.
Emilio Romero se preguntaba: ¿Sabían algo del Estado Adolfo Suárez y Felipe González? Muy poco. Adolfo se había movido en el viejo régimen, cercano al poder y sirviendo a algunos personajes poderosos. Carecía de curiosidad intelectual, literaria, histórica, sociológica... Su horizonte era siempre el poder como ambición. Felipe González era un abogado laboralista con escaso ejercicio. Adolfo y Felipe, sin embargo, tenían el "demagógico arte de la seducción pública", y eran dos demagogias diferentes.
Adolfo Suárez representaba la demagogia blanca, el atractivo de un joven valeroso de derechas, un modelo de clase media y grandes almacenes, sin exageración de figura, y con un modo excepcional de sonrisa y de abrazos. Felipe González representaba la demagogia roja de buen tono, la seducción de un muchacho moderno de izquierdas, un poco agitanado, moro y flamenco, y hasta con cierto aire de guerrillero centroamericano, con hábitos europeos recomendados por Willy Brandt. Lucía camisas a cuadros, su demagogia era la redención con buenas formas, levantaba el puño sin ira y con triunfo, y sonreía muy bien. Termina el maestro Romero de esta guisa: "Con estos materiales hicimos los primeros años de nuestra democracia".
La figura de Pedro Sánchez le ayudó a ganar las elecciones sin que arrollara en las urnas. Las cámaras de televisión le quieren más que a Pablo Casado. Lo cual es una ventaja que no cesa. Sabido es que la Moncloa va quemando a su inquilino... Pero tampoco es menos cierto que éste va adquiriendo conocimientos y tablas suficientes para hacerse fuerte en el poder. Casado, desgraciadamente para su partido, va perdiendo peso. A pesar de que fue elegido por ser el hombre con más galanura del PP. Y así lo airearon en su momento las mujeres más destacadas de los populares.
Pablo Casado es apuesto, si duda alguna; aunque le falta el demagógico arte de la seducción oral. Esa que le sobra a Juan Vivas -alcalde de Ceuta- y con la que lleva más de veinte años engatusando a tirios y troyanos. Seducción que va acompañada por una cara de bueno que no se puede aguantar. Eso sí, carece de la adecuada figura corporal para aspirar a la presidencia de la nación. ¡Qué pena!...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta mis escritos ,pero desde el respeto.
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.