Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

domingo, 27 de junio de 2021

Los catalanes del tres por ciento

Desde que tuve uso de razón he venido oyendo y leyendo que si Cataluña va bien España también estará viviendo sus mejores momentos. Que esa tierra debe ser el espejo en el cual mirarnos todos los demás españolitos. Del sentido común de los catalanes se ha escrito hasta hacernos creer que sólo los nacidos allí son capaces de entender mejor que nadie y juzgar con la lógica más excelente. Así que para qué contarles del complejo de inferioridad que tenemos todos los que carecimos de la suerte de abrir los ojos en un sitio al que se llega ya con el marchamo de laborioso, de ahorrador y, sobre todo, de gente de fiar en todos los aspectos. 

Parten de que el Barça es más que un club y quieren convencernos de que quienes se saltan la Constitución a la torera deben estar tan protegidos como Enrique III lo hacía con los maestros que delinquían durante su reinado. Los catalanes se jactan de saber más que los leperos. Que ya es decir. Aunque conviene recordar que sus antepasados anduvieron imponiendo la omertá allá por tierras italianas. Ahonden en la historia y verán como la mafia aparece bajo el beneplácito del mejor seny español. 

Con lo que no contaban los hombres del tres por ciento, o sea, los herederos de Pujol, es que a Pascual Maragall se le fuera la olla, en un momento tan inoportuno, y armara la de Dios es Cristo... Fue un momento decisivo para que el resto de celtíberos comprendiésemos que lo de una Cataluña trabajadora, con gobernantes singulares, y arquetipo de tierra ejemplar, era mentira. Y que la burguesía catalana se lo llevaba calentito como ya lo hacían en tiempos donde sacaban de quicio a los anarquistas. 

Fechas atrás, cuando los presos del Procés debatían sobre qué gesto ponían delante de las cámaras a la salida de la cárcel, Jordi Cuxart optaba por hacerlo contento y sonriente. Mientras que Oriol Junqueras opinaba que había que salir con cara de entierro. Lo raro es que a ninguno se le ocurrió decir que bastaba con presentarse con la jeta con la que fueron nacidos. Como lo hubiera hecho Picio el zapatero.



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