Ayer se quejaba Eden Hazard de la dureza excesiva con que los rivales se emplean para frenarle en cuanto recibe el balón en los pocos minutos que juega. Y pone como ejemplo la entrada de Quina -jugador del Granada-. La cual pudo mandarle otra vez al hule del dolor. Sus palabras no deben caer en saco roto. Por más que haya aficionados (?) que arremetan contra el belga por airear que sus marcadores van decididamente a cazarlo...
Los defensas nunca se han distinguido por repartir caramelos. Ni tampoco es concebible que empleen la violencia con el propósito de dañar gravemente a sus adversarios. Pero cuando se emplean con agresividad desmedida puede ocurrir la tragedia. Y entonces no valen ni las lamentaciones ni los perdones. Quienes hemos sido profesionales de este deporte sabemos distinguir la mala intención de la contundencia.
El problema de Hazard consiste en lo siguiente: sabido es que su delicada operación de tobillo le ha dejado secuelas físicas y psíquicas. No en vano la recuperación de su dolencia ha sido tan dura como las recaídas. Y le está costando un mundo adquirir la forma para mostrarse como era en el Chelsea: ese jugador de regates diabólicos, cambios de ritmo, pases medidos a sus compañeros, disparos a puerta y goles. Para mí fue una gozada verlo jugar en el equipo inglés.
Ni que decir tiene que sus marcadores tienen asumido que en este período de inseguridad de EH la mejor receta es amedrentarlo cuanto antes. Impedirle que se sienta seguro para que no despliegue todas las habilidades y recursos técnicos que siguen bullendo en su cabeza. Importándoles un bledo y parte del otro que esa forma de proceder, preñada de malaúva y cobardía, malogre su carrera. Lo lamentable es que tan indeseables comportamientos no sean cortados de raíz por los árbitros. Cuando es harto conocido como se viene protegiendo a Messi por ser el ejemplar de una especie que se extinguirá con su retirada.
Ahora bien, tampoco sería mala idea que Hazard perdiera la jindama como hacen los toreros cuando son corneados y deciden volver cuanto antes a la cara del toro. Tragándose el miedo en los primeros compases y buscando recuperar el sitio cuanto antes. Porque de no hacerlo así, no les queda otra cosa que recibir broncas de los tendidos y ver que sus nombres no aparecen en los carteles. Pasando del éxito al fracaso en un amén. Ojalá que el jugador del Madrid supere sus miedos.
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