Hace ya más de un mes que falleció en Tenerife Cristóbal Lope Acosta Lorenzo. Pero yo me enteré de lo suyo anteayer. Lope Acosta fue futbolista y nunca logró lo que más deseaba: Jugar en Primera División. No obstante, destacó sobremanera en muchos equipos. Creció en la cantera del Real Madrid y perteneció a los siguientes clubes: Mérida, Melilla, Ibiza, San Fernando, Jerez Industrial, Agrupación Deportiva, Ceuta, Granada, Oviedo, Tenerife...
Estuvo en la plantilla del Mérida que yo entrené. Veloz y duro como el pedernal, no se achicaba nunca ante la dureza de sus marcadores. Era, sin duda alguna, más que un dolor de muelas para sus adversarios. No escatimaba esfuerzos y su arrojo en los remates causaba estragos en los sistemas defensivos. Así que su forma de competir le pasó factura en forma de lesiones.
En la temporada 82-83, siendo yo entrenador de la Agrupación Deportiva Ceuta, lo llamé con el fin de que formara un dúo con Paco: otro delantero que jamás volvía la cara y que luchaba como un jabato tanto en Ceuta como fuera. En torno a los dos se hizo un equipo que había generado tanta ilusión como para soñar con el ascenso. Pero el hombre propone y... pasó lo que pasó: los dos sufrieron lesiones graves y tardaron en recuperarse de ellas.
Recuerdo que -en octubre de 1982- hablaba yo con Luis Jaramillo, árbitro de Primera División, en los vestuarios del Alfonso Murube, después de una sesión de entrenamiento, cuando Lope Acosta se dirigió a mí para decirme que, dada las bajas existentes, quería jugar frente al Badajoz, si yo lo creía oportuno. Su ofrecimiento era sincero. Y, conociendo su valor sereno y su hombría, no tenía la menor duda de que estaba dispuesto a todo con tal de ayudar al equipo. Pero me costaba lo indecible aceptar su propuesta sabiendo que cojeaba ligeramente y que era visible la pérdida de tono muscular que aún tenía su pierna derecha. Le respondí que lo pensaría...
Jaramillo y yo nos quedamos dialogando acerca de la actitud del tinerfeño. De su sentido de la responsabilidad. Cierto es que yo necesitaba a Lope Acosta como el comer... Máxime cuando estaba convencido de que era capaz de jugar sin pensar en la lesión. Y sobre todo porque no tenía otra solución que alinear a un defensa como delantero frente a un Badajoz que había empezado la temporada con aires de favorito. Pero me mantuve en mis trece: por encima de todo debía prevalecer la salud del jugador. Lope Acosta mereció jugar en Primera División.
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