La amistad de dos gigantes. Correspondencia (1960-2007) es el título de un libro que trata sobre las cartas que intercambiaron durante dos décadas Miguel Delibes y Francisco Umbral. Su publicidad me recuerda inmediatamente un artículo escrito por el primero sobre el vicio de fumar. Y acudo presto a El otro fútbol: un libro de los entonces llamados de bolsillo y publicado en 1982. El maestro Delibes se dirige así al discípulo Umbral, ya consagrado como columnista de tronío.
Francisco Umbral, ese extraordinario escritor que siempre acaba de publicar un libro, cuando no dos, como en el caso presente -Valle Inclán y Las Vírgenes- ha dicho en un sabroso y divertido articulo que liar cigarrillos, armarlos sobre la marcha, ya no lo hace nadie en el mundo, apenas Jorge Cela y yo, "como pose de naturalidad". Paco Umbral, que sabe como nadie de este oficio de escribir, goza poniendo juntas palabras que no lo estuvieron nunca, palabras que se empujan, o se contrarrestan, como son por ejemplo, éstas de pose y naturalidad, puesto que si pose es afectación, la naturalidad automáticamente se esfuma, desaparece.
Con estas cosas de los modos y las modas es muy difícil saber a qué atenerse, puesto que el ser humano, empujado por el prurito de la originalidad, no hace, en realidad, otra cosa que los pollinos, esto es, dar vueltas a una noria, sacando agua de distintos cangilones, aunque hay un momento en que la rueda se termina y los cangilones indefectiblemente se repiten. Quiero decir con esto que la humanidad es como una pescadilla que se muerde la cola y que la moda de anteayer se repetirá mañana y pasado mañana la de ayer, como estamos viendo todos los días.
De aquí que lo que en Paco Umbral podría ser una pose -liar cigarrillos-, en mí, que soy desgraciadamente mucho más viejo que él, no pasa de ser una costumbre. Yo nací al tabaco cuando cada cual había de elaborarse a brazo lo que fumaba, es decir, en la era de la artesanía, mientras Umbral ha nacido cuando las labores de la Tabacalera vienen ya dispuestas -con filtro y boquilla- para ser utilizadas, seguramente para que el consumidor no pierda su precioso tiempo -que en la sociedad actual debe ser más oro que en la de antaño- en los preliminares.
Tenemos, pues, que lo que en Paco Umbral y los hombres y mujeres de su generación pudiera resultar un anacronismo, no lo es en mí, que, para mi desdicha, soy anacrónico, esto es, he nacido fuera de estos tiempos y estas costumbres y por lo tanto de lo único que puede tildárseme es de consecuente o, si se prefiere, de rutinario. Una de mis pocas virtudes es la de la fidelidad, y esta fidelidad se manifiesta lo mismo en la amistad que en el tabaco...".
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