Luis Enrique necesita un analista

El fútbol ha evolucionado tanto que no tiene nada que ver con el que se jugaba a finales del siglo pasado y principios de éste. Todo ha cambiado para mejor: vestimenta, balones, terrenos de juego, preparación física, fisioterapia, comidas, cuidados médicos y, por si fuera poco, los entrenadores disponen de ayudantes que les permiten no dar un palo al agua. De modo que tienen tiempo sobrado para equivocarse lo menos posible en las alineaciones, en los sistemas de juego y en otras decisiones.

 

En los grandes equipos y también en selecciones nacionales se ha impuesto, además, el ordenador en el campo manejado por un ayudante que informa al entrenador de cuanto va aconteciendo en el cesped. Por si acaso el técnico no ve tres un burro por mor de los nervios o vaya usted a saber el motivo. En ocasiones, los consejos les llegan por medio de su hombre de confianza en el banquillo. En suma: que los entrenadores gozan de unos privilegios que deberían proporcionarles más aciertos. 

 

Luis Enrique, por ejemplo, ha sido pionero no sólo en ver los partidos desde las alturas durante un tiempo y asimismo de tener analistas en las gradas con los aparatos adecuados para contarle cuestiones relacionadas con las carencias propias o las de los rivales. Así como apuntarle correcciones necesarias e incluso comunicarle la necesidad de optar por cambios urgentes. Semejante adelanto, debido a que yo no soy misoneísta, me parece extraordinario. 

 

Ahora bien, lo que no acabo de comprender, tal vez porque los años no me lo permiten, es por qué el analista de Luis Enrique no le dijo ayer que jugar con dos centrales -Eric Garcia y Sergio Ramos- sin delanteros a quienes marcar es una herejía futbolística. De hecho, no  corregir tamaño error hizo posible que los griegos salieran ilesos en la primera parte. Luego, cuando estaba a punto de ser presa del sueño, pensé en que a lo mejor el seleccionador ya no tiene analista capacitado para ese menester. Lo cual es un problema morrocotudo (?).