Cuando acabó el Barcelona-Sevilla me adormilé y no escribí sobre un partido que tuvo de todo como en botica. Así que me fui directo a la piltra. De mañana suena el teléfono y mi amigo Cerezuelo, del Barcelona desde que hizo la Primera Comunión, me pregunta con su habitual sorna si vi lo ocurrido en el Camp Nou. Le dije que sí. Y Cerezuelo, como quien no quiere la cosa, vuelve a la carga: "Es que me ha extrañado muchísimo que no opinaras del partido y que hayas dejado dos días el mismo artículo en la cartelera".
Mi amigo usa la ironía para acusarme de que la victoria del conjunto azulgrana influyó para que yo no dijera ni pío de un encuentro del cual tenía previsto emitir mi parecer. Cómo sé que es difícil convencerlo de que piensa mal, ni lo intento. Aunque ello no me impide resumir hoy lo que dio de sí el segundo partido de una eliminatoria atiborrada de emoción y en la cual Ronald Koeman demostró, una vez más, que se equivocaron quienes lo tildaron meses atrás de ser un alineador. Ayer acertó en todas sus decisiones. Lopetegui, en cambio, no estuvo a la altura de su fama.
El Sevilla empezó presionando al Barça muy arriba. Lo hacía con el siguiente dibujo: 1-4-4-1-1. El 1-3-5-2 de lo locales se dejaba dominar para salir al contraataque por medio de Messi y Dembélé; es decir, la misma maniobra que hace nada les dio tan buen resultado en el Pizjuán. Y durante varios minutos amenazaron la portería de Vaclik. Tiempo suficiente para que el entrenador hispalense hubiera ordenado el repliegue intensivo a fin de evitar lo que se veía venir: el gol del jugador francés. Y sobre todo cortar de raíz la mejor arma con la que se empleaba el rival.
Fue tras el gol cuando Lopetegui tomó las precauciones exigidas por una eliminatoria en la que el contrario necesitaba tres de diferencia para estar la final. Pero el Barça ya jugaba con el viento a favor de la confianza en sus posibilidades... Mientras que las dudas de los hispalenses se iban acrecentando. Así que En-Nesry no sabía ya si jugar como delantero o como segunda punta con tendencia a reforzar el centro del campo. Aun así, Ter Stegen le paró un penalti a Ocampos. Jugada que fue como el canto del cisne del equipo andaluz.
Lo demás llegó porque Koeman arriesga en los momentos cruciales. Y sus decisiones le vienen proporcionando victorias que parecían imposibles. Cierto es que fue Piqué quien obró el milagro del empate cuando los jugadores del Sevilla estaban prestos a celebrar su paso a la final. Pero en la prórroga no cabe duda de que los azulgranas fueron mejores en todos los aspectos. Conviene destacar, porque es de justicia, el rendimiento que está dando Braithwaite cuando su equipo toca a rebato. En fin: Ronald Koeman acertó y Lopeteguí no. He aquí el quid de la cuestión.
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