Me llama X. Es un viejo conocido. Habla de fútbol hasta por los codos. Y llega un momento en el cual estoy a punto de colgarle, alegando un principio de migraña, pero me cuesta lo indecible proceder así. Aunque trato de aliviar mi situación dejándole chamullar y diciéndole a todo que sí. Cuando parecía que el adiós era inminente, mi intelorcutor cambia de tercio. Y lo hace para referirse a Juan Vivas.
Mi respuesta es tajante: cuando yo tengo que hablar del presidente de Ceuta lo hago por escrito y lo publico. Y si no se lo digo mirándole a la cara es porque hace ya muchísimo tiempo que no se me ha presentado la ocasión. Así que espero no molestarte si me acojo a mi derecho de guardar silencio. Mis palabras debieron sentarle como un tiro a mi conocido. Algo que deduje porque su voz se volvió opaca. Y me lo imaginé con la cara descompuesta y bisbiseando maldades contra mí.
No es la primera vez que este conocido trata de tirarme de la lengua para que yo opine acerca de quien lleva dos décadas ejerciendo de primera autoridad de Ceuta. Para luego hacer de correveidile. Dado que es un destacado palmero que agacha la cerviz en cuanto se cruza con el presidente. De sobra sabe él, ese conocido mío, que yo conozco a Juan Vivas desde hace al menos cuarenta años. Incluso que tuve con él un duro enfrentamiento público por cuestiones que ya han caducado.
Aquel Vivas era un tipo capaz de mezclar el aceite con el agua. Un vendedor de ideas que nunca cuajaban. Pero que le permitía ganar adeptos y que éstos airearan que era un funcionario con mucho futuro y sobrado de caletre. Y, claro es, Vivas fue creciendo como la espuma. Su oratoria campechana le hizo ganar no pocas adhesiones. Gustaba recordar que era un ceutí que procedía de la clase media. El caso es que -como político- durante años su credibilidad ha sido alta: la gente estaba convencida de que era un hombre que creía en lo que predicaba.
Pero Vivas es también un político solitario, alguien que - a pesar de pasarse la vida saludando a todo quisque- da la impresión de estar bastante encerrado en sí mismo. Y, desde luego, sabe que su popularidad sigue descendiendo con celeridad. Dicen que el poder vuelve a las personas locas. La locura de Vivas no creo que sea suficiente como para que aspire a eternizarse en el cargo. Lo dice alguien que no necesita correveidile
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