¡Quietos! ¡Todo el mundo al suelo!

A veces me han preguntado dónde estaba yo durante la ocupación del Congreso de los Diputados por fuerzas de la Guardia Civil al mando del teniente coronel Tejero el  23-F. Y he respondido que ese lunes a las seis de la tarde me hallaba en el Hotel Puerto Bahía celebrando tal vez una victoria del Racing Club Portuense, entrenado por mí. Pero no deseo hablar de cuando entonces, sino que voy a copiar literalmente lo declarado por mi paisano Rafael Alberti sobre el fallido golpe de Estado. 

Esta historia violenta y vergonzosa conseguirá tal vez crear una conciencia democrática en España: ha sido una lección muy importante. Ahora, la gente adormilada, o los que hablaban de "desencanto", de desilusión, abrirán los ojos; entenderán cuán grandes son los valores de la democracia y cuán importante es estar siempre vigilante para protegerla.  

Toda aquella noche del lunes al martes, noche terrible y tristísima para España, la he vivido delante del televisor y escuchando la radio; como todos. Creo que por primera vez se ha dado en el mundo un "golpe" bajo el ojo de las cámaras y los del telespectador. Cuando la televisión y la radio han vuelto a transmitir después de más de dos horas de silencio, han dado una información extraordinaria, maravillosa. Políticamente muy útil.

Llegar a conocer con exactitud lo que ha sucedido, ha eliminado cualquier histeria ante lo desconocido, cualquier infundio incontrolado, con los cuales, a través de la historia, los golpistas siempre han contado. Poder ver minuto por minuto las brutales imágenes del coronel Tejero, con sus ojos de loco y pistola en mano, de los diputados humillados, de los guardias con tricornio que disparaban y lo destrozaban todo en el Parlamento, ha suscitado una condena inmediata de aquella violencia, una reacción de solidaridad democrática. 

Todo el pueblo se ha sentido súbitamente al lado del Rey, que ha estado nuy valiente. El sistema de información ha tenido, creo que por primera vez en una ocasión como ésta, una importancia democrática enorme. 

(Rafael Alberti a Lietta Torbuoni, en "La Stampa")