Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Prueba de fuerza en el Hospital Universitario

Nunca es agradable visitar hospitales. Y mucho menos en los tiempos que corren. Pero, aun así, hacía tiempo que esperaba la llegada de este día para que el cardiólogo del Hospital Universitario chequeara mi corazón. Músculo al hay que ayudar si no queremos que se gripe y nos tumbe para siempre o nos deje en pie y con la jindama metida en la cabeza. Lastre que cuesta lo indecible erradicar. De ello pueden dar fe todos los que han pasado por semejante trance.

Los pacientes del hospital no se atreven ni a levantar la voz. En la sala de espera reina un silencio de iglesia. Y quienes chamullan lo hacen bajito y enmascarados. Toser es sinónimo de miedo. El cual cunde por los pasillos de principio a fin. Los sanitarios deslizan la frase de rigor: "No olviden que el virus está siempre al acecho. Es decir, no se relajen lo más mínimo". Lo dicen quienes empezaron a jugarse la vida en marzo del año pasado y han sido testigos activos de dramas familiares.

A mí me han merecido siempre gran respeto los profesionales de la medicina. Mucho antes de que el coranavirus les diera la terrible oportunidad de demostrar que tienen ese valor seco y sereno que se les atribuye a los toreros que pisan terrenos complicados. Así se lo digo a Alicia González: enfermera del doctor Miralles. Ella esboza una sonrisa que es intrínseca a su forma de ser. En todo momento pendiente de preparar al enfermo para la prueba pertinente. Labor que realiza dando muestras palpables de haber nacido para ello.

Creo que es la primera vez que yo hablo con don José María Miralles Ibarra. Cierto es que lo conozco de oídas. Pues en mi familia cuenta con pacientes que llevan años visitándolo. Y sobre todo porque en Ceuta es tan conocido como respetado. También suelo leer sus escritos en la prensa. Pues bien, hoy, durante la prueba de fuerza, don José María ha creído oportuno darme palique para que caminara sobre la cinta como si fuera un corredor keniano. Y a fe que lo logró. Para satisfacción de Alicia, de él y de quien escribe. 

Tuve la impresión, durante mi caminata, que tanto el especialista como la enfermera estaban celebrando la gesta de un tipo octogenario dispuesto a superar una marca encima de un aparato al que los cardiópatas han de subirse tomando las precauciones debidas. Bromas aparte, por las que pido disculpas, debo decir que salí de la prueba eufórico. Gracias a la forma de proceder de don José María Miralles y de doña Alicia González.

 

 

 

 

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