Ayer a las siete de la tarde me enfrasqué una vez más en la lectura de las memorias escritas por Salvador Pániker: Cuaderno Amarillo es el título. Y perdí la noción del tiempo. Así que estuve en un tris de no ver el Barcelona-Paris Saint Germain. Menos mal que me sacaron de mi ensimismamiento y me senté ante la televisión cuando se habían jugado ya varios minutos del encuentro. Si bien me percaté muy pronto de cuanto sucedía en el terreno de juego.
El dominio de los parisinos era absoluto: Marco Verratti imponía su poderío en el centro del campo y Mbappé desquiciaba con su repertorio de habilidades, acompañado de unas cualidades físicas incuestionables, a cuantos rivales trataban de anular sus acciones. Mientras que sus compañeros rayaban también a gran altura. No creo que la presencia de Neymar y Di María hubiera mejorado el espectáculo ofrecido por el equipo dirigido por Pochettino.
No obstante, el Barça se adelantó en el marcador gracias a un desdichado penalti que Messi convirtió en gol. Lo cual no afligió a los visitantes, de ningún modo; pues imprimieron más ritmo a sus acciones para avasallar a sus contrarios. Sometimiento que acabó en goleada. Y que nos brindó una actuación magistral de Mbappé: autor, además, de tres tantos. Menudo recreo para la vista en tiempos donde resulta harto difícil ver semejante exhibición.
La derrota del Barcelona ha servido para comprobar que actualmente es un equipo venido a menos... Sostenido por los goles de Messi y por el canguelo que produce entre sus marcadores. Lo cual no ocurrió ayer en el Camp Nou. Pero si se vio, una vez más, que Busquets es un cero a la izquierda cuando juega frente a equipos que ponen cerco a la portería defendida por Ter Stegen. Su labor como mediocentro fue lamentable. Dejando a Piqué solo ante el peligro.
A propósito de Gerad Piqué: en vez de darle la tabarra a Griezmann, a voz en cuello, lo acertado hubiera sido dirigirse a Busquets para recordarle sus labores defensivas. Por más que sean paisanos y catalanes de pura cepa. En fin, partido extraordinario del Paris Saint Germain, difícil de igualar en estos momentos por Barcelona o Madrid. El único lunar de los franceses fue el fallo clamoroso de Keylor Navas por querer rizar el rizo jugando con los pies en zona marcada en rojo.
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