Dimite el consejero de Sanidad de Ceuta

Recuerdo que un amigo, que hace ya tiempo se fue a ese lugar del cual nunca se vuelve, solía decir cuando lo creía conveniente: "Yo no soy un alma cándida. Pero tampoco un malpensado por sistema. Puesto que quienes lo son andan siempre con la cabeza atiborrada de dudas improcedentes y suelen ir dando barquinazos por la calle como si hubieran trasegado morapio encartonado". 

Quien escribe nunca fue propenso a dar bandazos. Pero mentiría si dijera que yo soy capaz de meter la mano en el fuego por un político. Y mucho menos de quien está atiborrado de mala educación por su enamoramiento del poder por el poder. Hasta el punto de que lleva ya la friolera de dos décadas dirigiendo los destinos de esta ciudad. 

Dos décadas en las que sus logros más importantes, según se dijo en su momento, han sido la construcción del Parque Marítimo del Mediterráneo y un ascensor en la Avenida de Mártinez Catena para acceder a la playa de El Chorrillo. En lo tocante al parque es conveniente recordarle que no es de buen gusto adornarse con plumas ajenas.

Pero no es de esas naderías a las que yo me quiero referir hoy, no; sino de cómo Javier Guerrero había pasado de ser un consejero capaz de ganar adeptos para un Partido Popular que estaba ya descendiendo por la ladera conducente a la sima, a ser un político víctima de los celos de quienes no soportaban que su estima se hubiera acrecentado entre la ciudadanía a paso de legionario.

El haberse vacunado contra el coronavirus, sin tocarle aún, metedura de pata inexplicable de JG, les allanó el camino a cuantos ya le estaban juntando chinitas con los pies para condenarlo al ostracismo. Debido a que Guerrero era ya un personaje molesto para las dos cabezas visibles del Partido Popular de Ceuta. Más o menos como lo fue en su momento Juan Bravo: consejero de Hacienda, Industria y Energía de la Junta de Andalucía. Y como lo será cualquiera que aspire a la candidatura de ese cargo en el PP.

Pues bien, lo mejor que ha hecho el señor Guerrero es dimitir como consejero y además dejar su acta de diputado. Porque de no haber tomado tan acertada decisión, quizá le hubieran hecho pasar las de Caín con críticas acerbas de personas interpuestas. Y, desde luego, no deja de ser un aviso a navegantes...