Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

martes, 8 de diciembre de 2020

Jhon Lennon

Leo que hoy se han cumplido cuarenta años del asesinato de John Lennon. Mentiría si dijera que yo fui un fanático de su música y por ende de The Beatles. Por más que en los considerados 'felices sesenta' eran mayoría los que vestían como los muchachos ingleses y solían mover el body en cuanto sonaban sus canciones. Así que mis amigos madrileños me daban la tabarra por carecer del gusto de ellos. En cambio, en cuanto tenía tiempo y dinero, acudía a los tablaos flamencos. Ora a los Canasteros, ora a Torres Bermejas, ya a Villa Rosas o bien al Café de Chinitas. 

Veinte años después, es decir, en mil novecientos ochenta, se apoderó de mí la nostalgia de los sesenta. Los cuales se empezaban a imponer, más que como un resurgimiento de estilos o modos de vida del pasado, como el horizonte del pasado que fue mejor. Y hubo quien dijo: "Hoy es siempre todavía". Recuerdo que estuvo a punto de regresar la minifalda, pero la ilusión de los cincuentones no se vio gratificada más que por unos tímidos ensayos de las más sofisticadas o más valientes de las muchachas ochentistas. 

De  los 'años ochenta' me viene a la memoria cómo se desbordó la delincuencia hasta límites insospechados. Tal es así que la vigilancia noctuna fue intensificada por la policía; pero allí donde no llegaba la seguridad pública se formaban patrullas espontáneas para luchar contra los ladrones, fue el caso de Granada, en donde las patrullas civiles, encapuchadas, salieron a las calles a tomarse la justicia por su mano.  

Esa llamada nostálgica a los 'felices sesenta', no sólo para todos aquellos que habíamos vivido en ella la juventud o la primera madurez, tuvo un final luctuoso. El beatle Jhon Lennon, símbolo de aquel pasado, fue asesinado en el mes de diciembre de 1980. Precisamente cuando yo me había habituado a tararear  El Submarino amarillo y había contado con la amistad y los conocimientos de un hippie -buen amigo y magnífico fisioterapeuta- y que bailaba rocanrol como los ángeles. Si es que éstos lo bailaron alguna vez. 

 

 

 

 

 


 


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