Escribir sobre el escaso rendimiento de ciertos jugadores cuando gozan del favor casi generalizado de la prensa y de innumerables aficionados y técnicos, lleva consigo coleccionar enemigos sin cesar. Máxime si uno se atreve a enumerar defectos que ellos no quieren ver o no saben ver... Amén de otras cuestiones harta conocidas.
Los lectores de este blog recordarán lo que servidor opinaba de Isco Alarcón cuando se le consideraba un jugador mágico. Así que no había día en que no ocupara las portadas de los periódicos y acaparara ditirambos en emisoras de radio y televisión. Exponer sus carencias me costó a mí el desafecto incluso de quienes presumían de mi amistad.
Las insuficiencias de Isco fueron a más. Hasta el punto de que ni siquiera juega con Zinedine Zidane. Aunque éste diga, cuando le preguntan por el malagueño, que está entrenándose muy bien y que trata de recuperarlo. Ojalá que sea así. Y que Isco entre con buen pie en el 2021. Es el deseo de un madridista desde que vestía pantalones cortos.
Sergio Busquets llevaba ya mucho tiempo perdido en el centro del centro del campo de su equipo. Y también en el de la Selección Española. Pero nadie lo quería ver. Hablar negativamente de las actuaciones del futbolista azulgrana era exponerse a que te pusieran a parir. Nadie quería aceptar que su posición en el terreno de juego se eclipsaba cuando su equipo era presionado. Incluso que su marcador disfrutara de situaciones inmejorables y cercanas a la portería defendida por Ter Stegen.
Eso sí, un adorno, en forma de ruleta, o varios pases horizontales eran aprovechados por narradores y comentaristas para gritar a voz en cuello las bondades del futbolista. Pues bien, Ronald Koeman lo ha mantenido en el equipo durante varios partidos. Hasta convencerse de que no estaba rindiendo como se le exige a un centrocampista del Barcelona. Y lo ha sentado en la grada. La de veces que a mí me dijeron que yo sentía aversión hacia Busquets.
Marco Asensio hizo que yo me convirtiera en asiduo espectador de los partidos del RCD Español. Y es que era gratificante ver jugar al mallorquín. Su regreso al Madrid fue acogido con entusiasmo por los aficionados merengues. Pronto respondió a las esperanzas que se habían depositado en la calidad que atesora. Hubo un partido en el cual lo adulé. Es decir, que traspasé la barrera de los tres adjetivos que era norma dictada por Juan Ramón Jiménez.
Sus comienzos en el equipo blanco fueron excelentes. Pero fue de más a menos. Hasta el punto de que su bajo rendimiento generó muchas dudas acerca de la posición en que debía jugar. Incluso optó por escurrir el bulto en momentos en los que le necesitaba su equipo. Metido en ese bache estaba cuando se lesionó gravemente. Su recuperación ha despertado muchísimo interés. Tal es así que se le han celebrado sus intervenciones durante los minutos que jugó ante el Granada.
Ahora bien, a Marco Asensio ya no le vale ser uno más. Por lo que deberá dar de sí con regularidad y tomando decisiones acordes con sus cualidades. La cuales le permiten tener una condición inmejorable como futbolista. De no hacerlo, mucho me temo que sufrirá las críticas implacables de quienes no lo valoran y -lo que es peor- perderá la confianza de cuantos seguimos confiando en él. Que somos legión.
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