Fructuoso Miaja -concejal, senador y alcalde socialista- cuenta en sus memorias cómo era esta ciudad en tiempos de preguerra. En Ceuta existía mucho paro y las obras públicas eran necesarias para que los pobres pudieran comer pan. Gustavo Piñuela Martínez fue el ingeniero elegido para dirigir las obras de ampliación del puerto. En la prensa leímos la advertencia de Indalecio Prieto: "Hay un complot latente y se sospecha que la CEDA trata de sumarse a él". Y recomendaba que las fuerzas de izquierda estuviésemos precavidas y unidas ante el peligro que se avecinaba.
Mis amigos se rieron de mí cuando les dije que -viendo María de la O en el cine Apolo- tuve una corazonada terrible. No sabía explicar las razones... Pero aquella noche sentí que algo muy grave iba a suceder. Barrunté mis desgracias. Y opté por salirme del cine. Los problemas del paro se agravaban y cundía el temor de que el alcalde dejara sin trabajo a muchas personas. Los jóvenes alborotaban en las calles y las autoridades manifestaban que no estaban dispuestas a consentir que se impusiera la violencia en la vía pública.
Menos mal que en días de tantas preocupaciones apareció por la ciudad Miguel Ligero y el muelle de la República se llenó de gente para verlo. Corrieron detrás del actor hasta la misma puerta del hotel Majestic. Entre cientos de personas se distinguían jóvenes deseosas de que el cómico les firmara el autógrafo soñado. Mientras se le pedían autógrafos y fotografías al actor y el alcalde insistía, una y otra vez, en que el Ayuntamiento carecía de presupuesto para emplear a más obreros, casi un centenar de niños pasaba hambre y no tenía escuela. Seguía el problema sempiterno: faltaba despensa y también colegios.
Por esos días, más o menos, se organizaron suscripciones por parte de la UGT y la CNT con el fin de ayudar a las familias de unos obreros que habían sido víctimas de una huelga dura. El panorama de España era pésimo: se sucedían las huelgas, los chispazos revolucionarios y se presentía la inminente llegada de un enfrentamiento civil. Parecía algo inevitable. En vista de que ninguna parte cedía, nada más que tocaba esperar...
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