Las cuenta Fructuoso Miaja -concejal, senador y alcalde socialista- en sus memorias.
En los días anteriores al estado de guerra el alcalde, Sánchez-Prado, se quejaba de la falta de medios que había para dar empleo a los quinientos obreros con que contaba el Ayuntamiento y que estaban a punto de sumarse al mucho paro ya existente en la ciudad. Pedía con insistencia la ayuda de Madrid. Pero los dineros librados al efecto tardaban más de lo previsto. Disgustado por la demora, llegó a decir que entre el Gobierno y los ricos estaban dando pie a una situación tan lamentable. Si seguímos así, aclaraba, nadie podrá evitar que el Ayuntamiento caiga en la bancarrota. Aunque luego daba a entender, con sus palabras, que la bancarrota era ya una realidad. Por lo que no dudó en reunir a empresarios y obreros para ver de qué forma se podía salir adelante. Una reunión que, según publicó la prensa, no dio el resultado apetecido.
Lejos estaba de pensar el alcalde lo que le iba a pasar en apenas unos días. Fue detenido y al frente del municipio quedó José Tejero, teniente coronel de ingenieros. Quien, nada más hacerse con la alcaldía, destacó el buen comportamiento de los funcionarios y sobre todo del secretario: Alfredo Meca. Hizo hincapié, en sus primeras declaraciones a los medios, en que la situación económica del Consistorio no era mala. Y aseguró que el défícit existente era como consecuencia de que se habían gastado partidas del presupuesto por adelantado. Habló de un número de empleados que cobraban por medio de haberes no registrados en las susodichas partidas presupuestarias. Asimismo dio a conocer los despidos que se habían hecho. Y destacó sus muchos años de vida en Ceuta como prueba de que haría cuanto estuviera en sus manos para que en ésta reinara la prosperidad. Enseguida se procedió al nombramiento de una gestora.
Cayó Sánchez-Prado... Pero siguió resonando diariamente el grito de ¡Viva España y la República honrada!; era el grito que se oía continuamente. Acompañado de autoridad y orden. Todo lo demás corría a cargo de los periodistas adictos a cuanto estaba ocurriendo. Destacando como muy principal al glorioso Ejército español integrado por hidalgos caballeros de las armas, patriotas íntegros y que supieron levantarse frente a un régimen que propiciaba la anarquía y el caos. Hablaban y escribían de una guerra para combatir desmanes sociales. Y se arrogaban el derecho a despotricar contra lo que ellos tachaban de autoridad adulterada -envenenada con pasiones partidistas- impuesta por Rusia
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