Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

lunes, 5 de octubre de 2020

Un hombre cabal

Lo prometido es deuda: así que hoy publico un pasaje más de las memorias de Fructuoso Miaja, tituladas un Hombre cabal. Fructuoso fue concejal, senador y alcalde de Ceuta, como militante del PSOE.

Relata FM: Yo fui a un colegio que estaba en el Llano de las Damas. El maestro se llamaba Alfonso Romero. Era un hombre bueno. Lo recuerdo como persona muy comprometida con su magisterio. Tenía energías suficientes para que nadie se saliera de madre durante el tiempo de enseñanza. Con don Alfonso aprendíamos muchísimo. Pero las lecciones de mi madre me ayudaban también. Por ser mujer instruida, gracias a que era lectora compulsiva. 


Me gustaba jugar al fútbol. Pero nunca apunté, la verdad sea dicha, maneras de buen futbolista. Era regular; si bien destacaba por mi condición física entre chavales entecos. A veces corría detrás de sombras porque mis oponentes me ganaban por poseer habilidades de las que yo carecía. Aunque lo mejor de aquellos partidos era cómo nos mezclábamos Pérez con Mohamed y González con Ibrahim. Ni siquiera la guerra con Marruecos servía como motivo de discordia entre nosotros. Vivíamos en armonía...

Todavía me acuerdo del miedo que le teníamos al tifus. Del temor que nos causaba la gripe, que tanta mortandad había ocasionado. En el periódico le daban al tifus un nombre muy raro; pero mi madre decía que la enfermedad era transmitida por los piojos. Así que la pobre no paraba de hurgarme en la cabeza. También me controlaba la temperatura. Pues según las informaciones todo empezaba con fiebre. 

Por aquel tiempo, sí, seguro que fue por los años veintitantos, el periódico publicó una noticia que movió conciencias. Se refería al escándalo del hospital Docker. Ocurrió que un concejal había denunciado que los enfermos estaban desatendidos en todos los aspectos... Y se armó un alboroto en el salón de plenos del Ayuntamiento. 
 
Salió a relucir que los pacientes no sólo carecían de alimentos sino que, además, tenían asimismo que lavarse la ropa. Se supo que los enfermos contagiosos estaban abandonados a su suerte y que el hospital se había convertido en una estancia para animales. El escándalo fue mayúsculo. Creo que el alcalde se llamaba Casares, y había un tal José Ramón del Valle que lo ponía a parir. Así se contaba en el periódico que nos leía mi madre. 
 
En mi casa se hablaba de la pobreza que se iba generando en Ceuta y de cómo eran cada vez más los niños que iban al comedor de caridad situado en San Amaro. El contrabando de tabaco se había convertido en una fuente de riqueza para algunos ceutíes. Y en el diario se  denunciaba cómo las autoridades hacían la vista gorda...
 


 

 

 

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