Campo del Racing Club Portuense en el cual entrené yo al equipo de mi pueblo en la temporada 71-72. Tras haber sustituido a Ventura Martínez -gran entrenador y buen amigo- durante el último tercio de aquella temporada en la que Murcia, Cartagena, Jaén, Badajoz, Huelva y AD Ceuta, entre otros destacados equipos, participaban en el Grupo IV de una potente Tercera División.
Quién me iba a decir a mí, cuando acudía de la mano de mi padre, lloviera o venteara, que el último partido que se iba a jugar en aquel vetusto recinto iba a estar yo sentado en el banquillo como entrenador, en un encuentro frente al Cádiz, dirigido por José Antonio Naya. El equipo de la capital necesitaba aquel amistoso para enfrentarse al Sestao en la promoción de permanencia. Y el Portuense lo aprovechaba para homenajear a los jugadores que habían logrado el éxito de la permanencia con goles y buen juego.
Nunca más se volvió a jugar en ese campo. Escenario modesto, preñado de recuerdos para los aficionados portuenses y sobre todo para los niños y adolescentes de la postguerra. Por cierto, en ese terreno de juego había tenido el equipo de mi pueblo la primera oportunidad de ascender a Segunda División A frente al Deportivo Alavés.
En el verano de 1972, en el mes de agosto, se inauguró el Estadio José del Cuvillo. Pero una discusión con el entonces presidente, Bernardo Sancho, impidió mi continuidad. Transcurridos siete años, regresé para estar tres temporadas en las que primaron los buenos resultados. Y en la primera tuvimos el ascenso al alcance de la mano. Ascendió la A D Ceuta y a mí se me quedó cara de tonto. Puesto que había perdido la oportunidad de entrenar en Primera División. Dado que el ascenso del Portuense debía producirse para que ese presidente de la División de Honor justificara mi fichaje.
De cuando entonces, conservo un grato recuerdo de todos los jugadores que estuvieron conmigo. Así lo he propalado en no pocas ocasiones. Y, cómo no, de los directivos que me soportaron tanto tiempo. Pero el motivo de escribir estas líneas se ha debido a que hasta hoy, créanme, no me había percatado de algo que, aunque carezca de importancia, conviene decirlo: quien escribe ha sido el único entrenador de la historia del Racing Club Portuense que ha llevado a cabo su trabajo en el campo de Eduardo Dato y en el Estadio José del Cuvillo.
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