Cada día me levanto pensando en que todo lo malo que viene sucediendo desde hace meses habrá ido a menos. Y lo primero que hago es prestar oído a la radio, leer los periódicos digitales y ver la televisión. Y acabo convencido de que el número de personas depresivas irá aumentando sin solución de continuidad. Puesto que las informaciones siguen siendo siniestras. Es como si fueran el resultado de una propaganda orquestada.
Es imposible no perder el sosiego cuando uno escucha atentamente que España es el país europeo con mayor exceso de mortalidad por la pandemia. Y el ejemplo es aterrador: ni Reino Unido ni Bélgica ni EE UU, que ahora está sufriendo el peor azote de la pandemia, tienen un exceso de fallecidos similar a España. Así que belgas, holandeses, británicos y franceses desaconsejan viajar a nuestro país. Nos tratan como apestados.
El siguiente paso será acusarnos de extender el virus. Como ya lo hicieron con la Gripe Española. A pesar de no ser el epicentro de aquella pandemia (1918-1920) que mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo. Aprovechando que nuestros políticos de cuando entonces decidieron dar la callada por respuesta. De modo que nos comimos un marrón que bien pudo proceder de Estados Unidos por su intervención en la Primera Guerra Mundial. Y en la que nosotros no participamos.
Cierto es que tampoco ayuda a que los contagios se hayan multiplicado por ocho durante el mes de julio. Por lo que hemos pasado de 388 a más de 30.000. Noticia desalentadora por no decir aterradora. La pandemia es un asunto complicado y es difícil acertar. Verdad de Perogrullo. Pero tampoco es fácil equivocarse tanto combatiéndola. Y, por si fuera poco, se nos comunica que nuestra economía es ya una birria; vamos, que está más famélica que la habida después de nuestra Guerra Civil.
Así que al miedo que hemos pasado y que seguimos pasando por saber que todos estamos bajo la observancia permanente de un virus que mata, hay que sumarle ya el pánico de los parados que se irán acumulando. El cual hace que un varón sin trabajo se sienta como si estuviera emasculado. Y el hambre en muchos hogares se hará presente. Más bien acrecentará su presencia. Lo milagroso es que, en medio de tan grande crisis, conservemos todavía la moral para informarnos y contar cosas.
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