El lujo de ser mejores que los demás hay que pagarlo: la novedad exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo (Benavente). En la vida, lo más triste no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo. En España, decía Benavente, se perdona el éxito sin mérito y el mérito sin éxito, pero el mérito con éxito resulta insoportable. Hay que revestirse de humildad en el éxito. Aquí se le llama arrogancia a carecer de hipocresía.
En España se puede ser alto, guapo, fuerte y pobre. Pero si a tan extraordinario aspecto físico le suma la riqueza, ya se encargarán las lenguas de doble filo de bisbisear maldades contra la persona que está colmada de tantos bienes. Sucede con las mujeres: cuántas veces hemos oído decir Fulana es una eminencia en su especialidad pero la pobre es fea con avaricia. O Mengana es guapa y de exquisitos modales, pero suele abrir la boca para decir necedades.
En el mundo del espectáculo, quienes triunfan y además hablan con galanura y dan muestras evidentes de estar en posesión de una cultura notable, son tachados de estirados por quienes no perdonan, por ejemplo, que un cantaor de flamenco pueda, además de tener una garganta prodigiosa, expresarse con facilidad y con conocimiento de lo que habla. Lo cual sucede también en el mundo del toro. Y qué decir entre los futbolistas.
En España, durante años, hemos disfrutado de Lionel Messi y de Critiano Ronaldo. Y se ha discutido hasta la saciedad cuál de ellos era el mejor. Aun a sabiendas de que ambos jugaban un fútbol muy distinto. Sin embargo, al margen de las comparaciones deportivas, Messi partía siempre con ventaja en esas discusiones. Por ser cortito de estatura, por lucir barba descuidada, y porque ser parco en palabras es considerado humildad de verdad y no de garabato. En cambio, el portugués aprovechaba cualquier momento para exhibir su robustez e indicar los logros conseguidos. Con lo cual provocaba el rechazo de quienes no soportaban tales alardes.
Días atrás, vimos a Messi en Mallorca con una nueva imagen. Es decir, sin barba y con un corte de pelo que le hace más juvenil. Pronto se percató el narrador del encuentro del nuevo look de la estrella argentina. Y a partir de ahí no cesó de nominarlo por el apodo, una y otra vez: que si El Pulga se ha desmarcado, que si El Pulga ha pedido el balón, que si El Pulga trata siempre de pasarle el esférico a Luis Suárez, que sí El Pulga... Jamás nadie se había atrevido antes en la televisión a hacer uso y abuso de ese sobrenombre. Es como si le estuvieran avisando a Lionel Messi que mejorar su imagen corporal no casa con la humildad. O sea, que no se le perdona la arrogancia.
Días atrás, vimos a Messi en Mallorca con una nueva imagen. Es decir, sin barba y con un corte de pelo que le hace más juvenil. Pronto se percató el narrador del encuentro del nuevo look de la estrella argentina. Y a partir de ahí no cesó de nominarlo por el apodo, una y otra vez: que si El Pulga se ha desmarcado, que si El Pulga ha pedido el balón, que si El Pulga trata siempre de pasarle el esférico a Luis Suárez, que sí El Pulga... Jamás nadie se había atrevido antes en la televisión a hacer uso y abuso de ese sobrenombre. Es como si le estuvieran avisando a Lionel Messi que mejorar su imagen corporal no casa con la humildad. O sea, que no se le perdona la arrogancia.
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