Andoba

Fechas atrás, caminando por la Avenida de Martínez Catena, oí que un señor le preguntó a otro andariego: "¿Cómo estás, andoba?". Y éste aceptó el denuesto como si le hubiera dicho que era el hombre más importante de la ciudad. Y se pusieron a charlar como si tal cosa. Transcurridos unos minutos, pensé que ninguno de los dos tenía la menor idea de lo que significa ese vocablo. 

Andoba. La primera vez que oí esa palabra fue en la ciudad salmantina de Béjar. Fue en 1959. La pronunció un estudiante de la Escuela Técnica Superior de Ingenieria Industrial de la ciudad. Y quien fue nominado así, se puso hecho un basilisco. Recuerdo que yo quise saber la causa de semejante encolerizamiento. Y quedé enterado del motivo. En la ciudad salmantina de Béjar y su comarca: Andoba significa sinvergüenza, caradura, persona vulgar que carece de educación.

Luego, cuando residí en Cuenca, supe que en la Alcarria conquense se predica de la persona que no merece confianza. En Extremadura, concretamente en puntos de Cáceres, es forma despectiva de aludir a la persona por la que no se siente respeto. Asimismo en la comarca pacense de Tierra de Barros se moteja de andoba a los desaprensivos y aprovechados.  En otros lugares de España se dice de quien por su insignificancia social se menciona sin nombrarlo; fulano, tipo innominado, ése.

En el Gran Libro de los Insultos, cuyo autor es Pancracio Celdrán Gomariz, se nos dice que el uso lingüístico procede del demostrativo gitano andoba, andolaya: éste, ése, aquél, dicho con desprecio, término muy oído y en alza en ambientes avillanados donde el hablar mal es tenido por virtud y rasgo progresista. Valle-Inclán pone estas acotaciones escénicas en La hija del capitán (1927-1930):

"Entran el andoba del organillo y un vejete muy pulcro... de negro: afeminados ademanes pedagógicos, condescendencia afectada de dómine escolástico.